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(Premio Luna de València) Entrevista a Fernando Bovaira

Abre los ojos, Lucía y el sexo, Ágora, Los otros, Caníbal, Primos, Biutiful… Si, hablando de cine, mencionamos alguno de estos títulos, enseguida nos viene a la cabeza el nombre de su director. Pero ninguna de estas películas habría sido posible sin la participación de nuestro Premio Luna de Valencia de este año. Se llama Fernando Bovaira y es productor. ¿Y qué es eso? Así nos lo explica este castellonense cuya carrera le llevó desde su tierra natal a Hollywood para, después de crear su propia productora, Mod Producciones, acabar marcando la senda del cine español de las últimas décadas.

Para que lo entienda cualquiera, ¿qué es un productor? Y, sobre todo, ¿qué es un buen productor?

El trabajo de productor tiene muchas facetas. Hay un componente creativo donde acompañas al guionista, al director en todo el proceso: a la hora de ensamblar una película en el equipo artístico, en el equipo técnico, ver cómo obtener el máximo beneficio de la financiación que tienes. Después, tienes una parte financiera que tiene que ver con cómo se consiguen los fondos para financiar ese proyecto y eso implica una responsabilidad económica, con lo que hay una parte de gestión también muy relevante. Y por último tienes que acompañar la comercialización de la película. O sea que es un trabajo que requiere de una importante versatilidad. Ahora el título de productor parece que casi se regale porque ves a gente que únicamente participa en la financiación y se arroga el título de productor. Pero vamos, entre la gente de la industria sabemos quién ha producido qué. Y ahí es muy importante la complicidad con el talento. Y en esa complicidad tienes que tener un pie en el apoyo a ese talento, pero tienes que tener otro pie en el mercado y en la realidad económica de los proyectos. Ese es el trabajo del productor.

¿Qué es para ti lo más importante a la hora de escoger un proyecto?

Bueno, a veces me reúno con directores y, más que el proyecto, es cómo les veo en cuanto a estado anímico, de capacidad creativa. Y a partir de ahí empezamos a ver qué es lo que pude tener sentido producir. En otros casos, simplemente te llega un guion o has leído una novela o un artículo en un periódico donde crees que puede haber una película que puede ser producible. A veces hay un proyecto que te puede gustar mucho, pero que es irrealizable porque requiere de unas condiciones de financiación que no son asumibles. Pero el motor es siempre la intuición, algo que te lleva a querer estar dos años de tu vida acompañando un proyecto que tiene un resultado incierto. Hay que tener mucha fe para embarcarse en eso.

Parece que el cine español siempre está en crisis. Dinos una cosa mala de la situación… y una buena.

Yo echo de menos una cierta estabilidad, apoyo, política cultural por parte de las instituciones en estos momentos, sobre todo de la administración central. Me parece que no hay un verdadero compromiso con el cine en un momento en el que el cine está muy amenazado. Estamos al borde de una disrupción tecnológica y hacen falta apoyos. Aun así, se van haciendo cosas, pero digamos que no tenemos una estabilidad para poder planificar nuestras producciones con una cierta antelación. A veces, desde que concibes un proyecto, lo desarrollas, hasta que empieza el día de rodaje pueden pasar dos o tres años y el no tener esa estabilidad hace que sea difícil el tener una cierta planificación. Eso en cuanto a lo malo. En lo bueno es que fruto de toda esa disrupción tecnológica, de todo lo que está pasando con Internet, con las plataformas, hay muchísima demanda de contenidos y eso es bueno para los creadores, no solo en producción de cine, sino en todo lo que es producción audiovisual.

No hace mucho, un compañero tuyo de profesión declaraba en otra entrevista que con todas sus películas siempre estaba al borde de hipotecarse. ¿Es tan difícil producir cine en España?

Bueno, es que depende. Depende del proyecto. Hay proyectos que pueden resultar relativamente fáciles de financiar y hay otros que son dificilísimos. En estos momentos, parece que lo más sencillo sea financiar comedias de un determinado presupuesto, de dos millones y medio, tres millones de euros. Sin embargo, financiar dramas o películas con una cierta complejidad narrativa, cada vez es más complicado. Ya digo, depende del proyecto. Si tienes los elementos creativos adecuados y el coste adecuado y estás tocando el género adecuado, que en este caso es la comedia, lo tienes mucho más fácil.

Números, cifras, financiación, digamos que la faceta del productor no es la más vistosa dentro de un trabajo creativo. ¿Qué te animó a escoger esta profesión?

Bueno, a mí siempre me ha gustado el cine desde que era niño. Intuitivamente sabía que me quería dedicar a esto, pero también era consciente de mis limitaciones. Yo veía que tenía una cabeza más apropiada para la decisión que para lo que es la creación. Entonces, yo mismo me corté ese camino. Siempre me he querido dedicar a la producción, a la que por cierto llegué después de haber trabajado en adquisición de películas para Canal Plus y en distribución. O sea que yo sabía que mi camino tenía que ser el de la producción. Pero eso no sabes muy bien cómo explicarlo. Son cosas que vas madurando inconscientemente.

De Castellón hasta Hollywood, donde estuviste trabajando, y con una carrera muy hecha, ¿cómo ves este recorrido con perspectiva?

Bueno, yo estudié en Valencia y en Estados Unidos, y llegué a España a finales de los 80 cuando empezaba a revitalizarse el audiovisual. Hasta ese momento solo había dos canales públicos, pero empezaron a surgir las televisiones privadas y parecía que había una cierta necesidad de “renovar el vestuario”. Pues eso, que generacionalmente llegué en el momento adecuado. Y luego, a lo mejor por haber vivido en Estados Unidos, he tenido la oportunidad de colaborar en determinadas películas con Hollywood. A mediados de los 90 trabajé con una productora importante que era New Regency y eso también te abre un poco la mentalidad.

Siempre vemos el cine de Hollywood como ese ideal al que se aspira. ¿Qué te trajiste de ese aprendizaje americano?

Muchas veces la experiencia se puede resumir en un punto de vista, te da un punto de vista totalmente distinto. Ves las cosas a una escala más global en un negocio que se está haciendo cada día más global, igual que en otros sectores de la economía. Estuve con ellos tres años y la verdad es que aprendí muchísimo. Yo trabajaba en distribución y ahí aprendes lo que son los mercados e, indirectamente, lo que son los métodos de producción de Hollywood y de lo que son las relaciones de poder allí dentro. En fin, que es un bagaje que te traes, sí.

Has hecho películas de distinto tamaño en cuanto a producción, desde Ágora de Amenábar, a Caníbal de Manuel Martín Cuenca. ¿Cómo abordas ambos tipos de proyectos?

Bueno, pues el trabajo al final es muy parecido, lo que cambia es la escala. Evidentemente una película como Caníbal no podía tener el presupuesto de Ágora, pero lo que es el trabajo en sí no creas que cambia mucho. Al final lo que tienes es un guion que tienes que producir en las condiciones adecuadas y que tiene que encontrar el mercado suficiente para que los inversores puedan recuperar el dinero invertido. En unos casos la involucración del productor por el tipo de proyecto es mayor, en otros a lo mejor es una película más autoral donde lo fías todo a las decisiones creativas del director. Cada proyecto es un mundo, pero es un mundo que se parece bastante a los otros. Simplemente que puede haber planetas más grandes o planetas más pequeños. Teniendo en cuenta que no hay película pequeña, es decir, que puede haber una película de un coste muy bajo que puede ser mucho más grande que una de un presupuesto mayor en cuanto a ambición artística y resultado.

Has trabajado con directores tan dispares como Amenábar, Martín Cuenca, González Iñárritu, Julio Medem, Imanol Uribe… ¿Qué diferencia hay en trabajar con unos o con otros?

Inevitablemente tienes que generar una cierta tensión creativa, pero esa tensión creativa no se puede romper, porque si hay algo que debes de mantener durante todo el proceso, que es un proceso largo, de convivencia, al fin y al cabo, es la complicidad. Pero la complicidad no significa que lo apoyes todo absolutamente, sino que también tienes que cuestionar y a través de ese cuestionamiento intentar entender qué es lo que hay en la cabeza del otro. De nuevo, cada director es un mundo, tiene unas inseguridades, unas necesidades completamente distintas y tú tienes que gestionar esto, también. El resumen de esto es que tienes que gestionar el talento.

Estando en Valencia siempre se ha hablado de Cifesa como un ejemplo histórico de un Hollywood a la española. ¿Es posible esto en España o el nuestro es otro modelo y hay que aceptarlo como es?

Pues en estos momentos se está hablando mucho de industrializar la creación. Industrializar la creación, industrializar la creación… Es lo que hacía Hollywood con el antiguo sistema de estudios, lo que está haciendo Hollywood con todas estas películas de superhéroes, lo que solía hacer Cifesa, yo eso lo veo muy complicado. Yo creo que la creación no se puede industrializar. Otra cosa es que se pueda generar una factoría que hace películas muy similares, pues eso, como las películas de superhéroes, que se parecen mucho unas a otras. Pero no veo yo las condiciones en España para que se de esa industrialización, digamos, mecánica.

¿De qué te sientes más satisfecho de tu profesión después de tu ya largo recorrido?

¿De qué me siento más satisfecho? Pues de haberme dedicado a esto durante muchos años y espero seguir dedicándome porque es un privilegio. Dedicarme a algo que realmente te gusta y tener ese estímulo para seguir un día detrás de otro es muy gratificante. El reconocer ese privilegio, eso es lo que me satisface más.

Te pillamos en pleno rodaje de la última película de Alejandro Amenábar, Mientras dure la guerra. Te pediríamos que nos contaras algo sobre el proyecto. Empezó con una cierta polémica…

Bueno, pues que Alejandro vuelve a dirigir en castellano después de quince años, desde Mar adentro, con una historia que es muy de aquí. Es una historia del pasado, de hace muchísimos años a pesar de lo que, por las reacciones de algunos, pueda parecer (han pasado ya ochenta años), y que, sin embargo, pues como él mismo ha dicho, tiene una cierta contemporaneidad con lo que es el estado de este país en estos momentos. Que hay situaciones en las que el pasado parece un espejo del presente. Es una película muy compleja de producción, donde tenemos muchos desafíos, económicos, de casting… Pero vamos, estoy muy contento de cómo está yendo el proceso.

¿De qué estás más satisfecho?

 Pues, por ejemplo, con las decisiones de casting que se han tomado. Tenemos un guion que es muy sólido, muy sólido. Difícilmente atacable. Y una película que va a tener drama, pero mucha emoción también, en la que el espectador se va a ver sometido a una cierta complejidad dramática en la que se va a ver reflejado.