El drama antropológico ‘A First Farewell’, de la directora china Lina Wang, también tiene rasgos biográficos. Como sus protagonistas infantiles, la realizadora nació en Xinjiang, al noroeste de China donde, rodeado de campos de algodón y del desierto, se encuentra el pueblo uigur. Este drama iniciático refleja los retos que asume esta minoría musulmana en un entorno donde la supervivencia económica resulta compleja si no se habla mandarín.
Bellísimamente fotografiado, el largometraje se hizo con el Oso de Cristal de la Generación KPlus de la Berlinale y con el premio al Futuro de Asia en el Festival de Tokio.
La película está dedicada a tu ciudad natal, Shaya, en la Región Autónoma Uigur de Sinkiang. ¿En qué medida es autobiográfica?
A First Farewell es una pieza poética dedicada a mi ciudad natal, Shaya. Hace más de 100 años, el antropólogo Lewis Henry Morgan escribió en su libro Ancient Society que el río Tarim es la cuna de la civilización mundial. Quien encuentre la llave de oro que dejó el viejo en el desierto de Taklamakan abrirá la puerta a la civilización mundial. El historiador Arnold Joseph Toynbee también dijo: «Si tuviera la oportunidad de tener otra vida, elegiría nacer en la cuenca Tarim, porque allí es donde convergen las cuatro civilizaciones».
¿Qué valor tiene ganar premios tan relevantes como el Oso de Cristal de la sección Generation Kplus de la Berlinale y el Asian Future en el Festival Internacional de Cine de Tokio?
Cada premio en festivales de cine es un estímulo para mí, me da más confianza en mi filosofía para hacer películas y también me anima a rodar más.
La película puede considerarse adecuada para niños y para adultos, ¿cómo has trabajado con ambos públicos para que entiendan de manera diferente temas como la pérdida y la conmoción?
Es una muy buena pregunta, reflexioné mucho al respecto cuando estaba haciendo la película. Enfrentar la pérdida y los cambios debe ser muy diferente desde la perspectiva de un niño y de un adulto: mientras que un niño puede ver simplemente la superficie, sus padres pueden enfrentar cosas mucho más concretas. Soy una persona que se ha adentrado en el audiovisual a partir de documentales, por lo que considero que un proyecto no solo proviene de la imaginación de uno, sino de la interconexión personal con el mundo, refleja el mundo en el que vivo y mis pensamientos. Espero ver la naturaleza poética de las cosas cotidianas, romper la barrera del pensamiento lineal y revivir las sutilezas y la serenidad, las complejidades y los significados verdaderos de la vida.
Los paisajes están bellamente retratados tanto visual como en diseño de sonido. ¿Cómo trabajaste con sus responsables, Li Yong, y Li Danfeng? ¿Les diste algún consejo o sugerencia?
Li Yong fue mi supervisor de documentación, porque me gustaba mucho su trabajo cinematográfico, natural en todos los sentidos. Trabajamos muy bien juntos. El entendimiento mutuo se basa en el realismo y en la sinceridad que esperamos plasmar en nuestros trabajos. Li Yong empezó a trabajar en el proyecto desde el minuto uno, cuando estábamos haciendo investigación de campo. Intercambiamos ideas constantemente. Tuve la suerte de poder aprender y crecer al mismo tiempo. Fue una experiencia inolvidable. Como no es bueno para los actores detener e iniciar una escena repetidamente, lo discutíamos antes de filmar, de forma que la comunicación era menos necesaria durante el rodaje. Prefiero el realismo poético, y su movimiento de cámara es poético, estructuralmente es como una prosa. Me opongo a las lógicas estrictas. Mi película es el producto de un entendimiento mutuo entre mi equipo y yo, por lo que muchas veces hay movimiento en una escena y en otras ocasiones, solo se observa en silencio. Para cada escena, grabábamos el sonido en la ubicación. El sonido en Xinjiang es muy rico, por lo que el diseñador de sonido Li Danfengand discutía mucho sobre cómo expresar estos detalles de manera intrincada en la película.
El compositor Xi Wen ha empleado en la banda sonora tanto una inquietante ambientación electrónica como riffs de influencia oriental con ritmos de estilo spaguetti western. ¿Hablaste con él de la música que querías para la película?
Mantuvimos una comunicación constante. Mi ciudad natal es donde convergen las cuatro civilizaciones, la cultura de la Llanura Central, el budismo del sudeste, la cultura árabe persa y la cultura romana griega. He descubierto que gran parte de la convergencia se expresa en la música, tenemos cientos de instrumentos, tres sistemas principales de música. Quería explorar la combinación de música de mi ciudad natal. La música es transcultural, pero única. Xi Wen es un gran compositor, tiene muchas ideas y me inspiró mucho. La música a menudo sustituye al diálogo, profundiza el alcance de la película y le da un nuevo significado.
La película recuerda la madurez de películas iraníes como Buda explotó por vergüenza (Hana Makhmalbaf, 2007), El color del paraíso (Majid Majidi, 1999) y ¿Dónde está la casa de mi amigo? (Abbas Kiarostami, 1990). ¿Conocías estas películas?¿En qué medida han sido una influencia?
Vi todas estas películas clásicas cuando estaba estudiando. Me gusta especialmente algo que dijo el director Abbas Kiarostami: “Creo que las películas poéticas tendrán un impacto más duradero que las narrativas. Cada película tiene algún tipo de narrativa, pero lo importante es cómo se presenta, debe ser poética, porque ofrece más interpretaciones». No puedo estar más de acuerdo. Mi película ideal es una película realista. No me refiero a que la técnica de rodaje sea de estilo documental, sino a la reconstrucción y a la revitalización. El uso de narrativas poéticas permite que el público se independice de la configuración de la historia y, en su lugar, participe en ella, lo que permite interpretaciones ilimitadas.