“Estar encerrado en un centro de detención crea un sentido de familia entre marginados, un vínculo que es más profundo que sus diferencias externas”.
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La película francobelga ‘The Lost Boys’ es una historia de amor ‘extravagante y antiautoritaria’ entre dos chicos que se conocen mientras cumplen sentencia en un correccional de menores. En lugar de centrar la trama en la violencia o la incomprensión de sus compañeros y tutores, director Zeno Graton quiso poner el foco en la normalización de la homosexualidad y los aspectos positivos que la tolerancia disemina en el entorno social.
¿Fue importante para ti evitar la violencia al explorar el amor y el deseo entre dos adolescentes en un centro de detención juvenil?
La mayoría de las películas sobre amor ‘queer’ giran en torno a la violencia, por eso para mí era una cuestión política mostrar que un grupo de chicos puede aceptar un amor homosexual y reaccionar prestando su apoyo. Estar encerrado en un centro de detención crea un sentido de familia entre marginados, un vínculo que es más profundo que sus diferencias externas. Comparten un mismo enemigo, que es la institución, y sufren la misma falta de amor, la misma falta de ternura humana. Cuando Joe y William se aman en medio de esta prisión, su ternura irradia a todos los demás e inspira libertad a todos.
¿Cuál ha sido la influencia del corto ‘Una canción de amor’, de Jean Genet, en la película?
El trabajo de Jean Genet fue una gran fuente de inspiración para esta película. Sus libros y esa película que comentas me dieron fuerza para atreverme a proponer una historia de amor extravagante y antiautoritaria como la que propongo en ‘The Lost Boys’. Es una película de los años 50, muy vanguardista para la época, y una obra maestra en edición y cinematografía. El amor del personaje viaja a través del grueso muro, y su deseo los quema hasta la médula.
Durante el proceso de investigación previo, visitaste algunos centros de detención juvenil, lugares muy cerrados e invisibles. ¿Sentías la necesidad de mostrar y representar esa realidad oculta?
Sí, era una necesidad. A mi primo lo ingresaron en un centro de menores y nunca tuve la oportunidad de visitarle. Estos lugares me perseguían y quería darles un rostro, una voz. Descubrí muchas cosas en estas visitas que se alejan de los clichés que a menudo vemos o escuchamos. Encontré un lugar donde los educadores se entregan al 100% por los niños, pero encuentran muchos obstáculos en su trabajo debido a un sistema que ya no funciona. Estar encerrado en el campo, separado de tus allegados, separado de todo, no es una buena manera de reintegrarse en la sociedad. Varios países han dejado de utilizar este tipo de instalaciones y han repensado este sistema con el objetivo de mantener a los niños conectados a la sociedad.
La película incide en la preparación de estos jóvenes para su reinserción en la sociedad. ¿Piensas que la actitud frente a la rehabilitación de jóvenes es sustancialmente diferente de la que se aplica a los adultos?
Sin duda, los programas de reinserción de los jóvenes tienen un mayor seguimiento por parte de educadores, maestros y psicólogos que el que se aplica a los presos adultos. Al mismo tiempo están más vigilados, cada minuto de cada día. Las estadísticas de reinserciones exitosas no son buenas. El sistema falla.
¿Cuánto tienen que ver tus estudios de cinematografía con el lirismo de la imagen de tu película, que parece alejada de los códigos del cine social?
Tanto mi director de fotografía, Olivier Boonjing, como yo queríamos utilizar los códigos habituales de una historia de amor. Era importante retratar la pasión. Para ello, utilizamos lentes anamórficas, formato cinemascope y colores vivos, con los que creábamos una atmósfera de ensueño.
La música está muy presente en la película, no sólo a través de la omnipresencia de la radio, sino también en las clases de rap. ¿Cuál es la relevancia de la música tanto para crear emociones como para informar sobre las raíces del personaje principal?
Era otra forma de hablar del orgullo. Joe, uno de los protagonistas, es un árabe ‘queer’, que siente como propio el deseo por los hombres. No tiene ningún problema con eso, ni tampoco William. Yo soy medio tunecino, y quería ampliar los límites que a menudo vemos en las películas en lo que se refiere a los personajes árabes, a los que se les representa sistemáticamente como personas atrapadas en el odio a sí mismos o exotizados. La música de Bachar Mar Khalifé está ahí para crear una sensación de poder y orgullo en torno al personaje.