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Entrevista a Laia Marull con motivo del preestreno de ‘Brava’ en Cinema Jove

Hablar de Laia Marull es hablar de tantos papeles que no caben en este espacio. Con motivo del estreno en Cinema Jove de su último trabajo para el cine, Brava, de la directora catalana Roser Aguilar, charlábamos con ella sobre su personaje.

 

¿Qué significa para ti Brava?

Brava para mi es ser valiente por dentro. O sea, tener el coraje de tirar para adelante. En este caso sería hacer una introspección y decir: para adelante. De ser suficientemente valiente también para verse a uno mismo y no dejar pasar las cosas.

 

La trama de Brava empieza cuando Janine, tu personaje, sufre una agresión en el metro. ¿La ciudad se ha convertido en un espacio hostil para sus habitantes?

Totalmente. Yo creo que es una de las cosas que cuenta la película. Que estamos en una sociedad, sobre todo en las grandes ciudades, donde sí, el mundo, los demás, nos son hostiles. Es difícil sentirse a gusto, tranquilo, ayudar al prójimo, ser empático, todo esto se nos hace cada día más complicado. Y bueno, aquí va un poco más allá y pone una situación más límite, pero la ciudad está llena de esas situaciones límite que pasan desapercibidas y silenciadas.

 

Cuando vemos la película uno piensa que no es sólo que la ciudad sea hostil, sino que también crea monstruos, que somos todos nosotros. Tu personaje no es sólo víctima, también forma parte de eso.

Claro, claro. Todos formamos parte de eso. Todos somos responsables de todos de alguna manera. Es cómo se construyen las sociedades. No es que haya unos seres que hacen un grupo y tú eres un individuo estupendo que no tienes nada que ver. Cada uno de nosotros formamos parte de esa sociedad y cada granito de arena que eches allí o cada paso que des determinará cómo avanza esta sociedad o no. Yo creo que a Janine le da un golpe muy fuerte. No sólo deja de saber quiénes la rodean, sino quién es ella, también. Toda la película hace este recorrido, difícil, extraño, inconsciente, de ir a buscar la parte oscura de uno mismo. Hasta que de alguna manera puede dar un paso más. Sabe que la vida que llevaba no le interesaba suficiente y a ver qué hace con esto.

 

A partir de ese asalto, el personaje sufre un proceso de deconstrucción. ¿Cómo afrontaste esa caída?

Pues porque está escrito de una manera muy sutil y que a mí me gusta mucho. Roser Aguilar no te da todo hecho y masticado, sino que está dejando que el personaje tenga incluso estas contradicciones y a ver qué hace con ella el espectador. Y yo creo que hay momentos incluso incómodos de no saber qué le está pasando y por qué reacciona como reacciona. Para mí fue muy interesante hacer una película así donde no todo está escrito, donde puedes hacer esa introspección y precisamente esa introspección es la película en sí. ¿Cómo me preparé el personaje? Pues hablando mucho con Roser. También contacté con una asociación que ayuda a mujeres que han sido violadas o asaltadas sexualmente o acosadas. Quería saber qué le pasa a alguien que ha sido agredido, qué siente o qué proceso hay en común que yo no quería perderme, no quería no tener ni idea.

 

A media que va avanzando la película, Janine siente rechazo de sí misma y, sobre todo, de su propio cuerpo.

Bueno, yo creo que se ve de repente en un mudo hostil que ya conocía, pero que no eres consciente de ello hasta que te pasa algo así. Entonces, de alguna manera todo el mundo es enemigo. O estás instintivamente en situación de peligro constante. Vives en una sociedad en la que cualquiera te puede hacer daño. Ella va a buscar refugio con el padre, pero justamente es ese padre con el que nunca ha tenido una comunicación muy fácil y ahí se le complica más la vida. También busca como el refugio de la naturaleza y de la tranquilidad rural y eso tampoco sirve. Cuando tienes algo encima lo cargas vayas donde vayas.

 

Una de las cosas interesantes del personaje son esas dos caras que tiene. Por un lado, es víctima, y por otro es testigo de una situación similar frente a la cual no ha estado a la altura.

Lo más fuerte es que hablando con esa asociación muchas de las víctimas tienen ese sentimiento de culpa sin haber sido testigo de otra agresión, sólo con la propia. Muchas veces las mujeres la asocian a la culpa porque ellas podrían haber hecho algo, igual iban vestidas no sé qué… Lo que hace la sociedad, ¿no? Lo tenemos tan integrado que la mayoría de mujeres ni lo cuentan ni lo denuncian y dejan caer la culpa sobre ellas mismas. Es terrible. Es el mundo al revés. Sí, esta mujer tiene un jaleo en la cabeza y en el cuerpo. Pero, aunque sea por esta circunstancia tan terrible, le hace darse cuenta de dónde estaba parada.

 

Una cosa que llama mucho la atención de tu interpretación es esa tensión interna que mantienes durante todo el metraje. No hay descansos para ti. Te quería preguntar cómo se lleva eso en una rodaje.

Sí, de hecho rodando yo tenía miedo de que a veces se fuera demasiado. O al revés porque, aunque no se note por fuera, por dentro esta mujer está en una situación límite. Bueno, ahí está la parte de la dificultad y de la gracia de hacer un papel así como actriz. Es un regalo poder hacer un personaje que está en todas las secuencias. Claro, relajar, relajar, no me relajaba (risas). Era uno de mis miedos, poder medir eso y que no se nos fuera de las manos. Y bueno, vas sufriendo y vas pasando por ahí como puedes, con mucha comunicación con la directora.

 

Hay en la película muchos y muy significativos silencios. ¿Cómo se gestiona el silencio en una película?

Como actriz de cine es de las cosas que más hechas en falta, porque expresas mucho con el silencio en un personaje. Yo creo que la necesidad del silencio, de que sólo por pasar por una calle de determinada manera  ya está contando mucho la historia y no tienes que ser tú quien lo digas, ¿no? Para mí es un gozo, una maravilla. Y encuentro que en nuestro cine esto se encuentra poco. Falta un poco de atreverse a eso.

 

Tus personajes son, con frecuencia, duros y se encuentran en el filo.

¡Sí! (risas) Hola, ¿qué tal? Esa soy yo (risas)

 

¿Cómo convives con esos personajes? ¿Qué pones tú o qué te dan a ti esos personajes?

Yo de maravilla. Yo lo tengo todo hecho. Cuando me voy a casa ya tengo el drama hecho (risas). La verdad es que, no sé. Se me dan bien y de alguna manera los disfruto mucho. No digo: ¡oh no, otro drama!. No. Digo, ¿a ver? ¿Qué papel? ¿Qué hace? Para mí son mundos totalmente distintos. Supongo que tienen el denominador común del drama, de papel intenso y difícil pero, para mí, no tienen nada que ver un personaje a otro. Son mundos a parte. Aunque todos salgan de mí y a todos les de mi alma, de alguna manera no tienen nada que ver.

 

Estaba pensando en ti y pensaba en Isabelle Huppert, por ejemplo, que es una actriz dramática…

Uh, gracias (risas)

 

Sí, lo digo porque me he preguntado muchas veces cómo distingue un personaje de otro para darle una personalidad y un carácter completamente distinto. Supongo que ahí está el reto.

Ya… Y el juego. Yo creo que la interpretación no deja de ser un juego y contra más libre te sientes para jugar, mejor. Por eso es difícil cuando no nos dan tiempo para rodar porque hay menos margen de juego. También para la cámara, para contar cosas con la cámara y no sólo con los personajes.

 

Te doy mis ojos de Icíar Bollaín, que protagonizaste, tiene quince años. Sin embargo, el tema de los abusos está ahora de actualidad.

Sí, es terrible. Y además yo creo que vamos hacia atrás últimamente. Es como ¡ay!, el tema de las mujeres, feminismo, no sé qué. No, necesitamos el feminismo más que nunca porque seguimos sin las mismas condiciones que los hombres y esto es así. Entonces no sé qué hay que hacer. Por ejemplo, con Te doy mis ojos la historia del maltrato no se trataba, no se hablaba de él y entonces la verdad es que se destapó y se empezó a hablar del tema. Incluso, salieron unas leyes sobre el maltrato que, de alguna manera, se supone que iban a ayudar. Pero cuando las cosas están tan arraigas y parece que en realidad nadie quiera cambiarlas… Pero el problema deberíamos atajarlo de base. En la educación de nuestros hijos y en las escuelas y en cómo parar ese problema de cuajo y de una vez por todas, porque estamos como que no avanzamos.

 

Para acabar quería preguntarte por tu relación con Valencia.

Es que estoy maravillada porque vengo a Valencia y digo, ¡si aquí yo ya he rodado tres películas! Y ya, poco a poco, voy teniendo una relación. Yo creo que de las primeras veces que vine a Valencia fue precisamente a presentar Fugitivas. Luego he venido con dos películas de Alberto Morais, rodadas aquí, Las olas y La madre. Me encanta.