“Quería crear una oda encantada a la amistad”
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Para mí, ‘Petrol’ es una película sobre la búsqueda de la propia identidad de una mujer joven, la extraña línea entre uno mismo y los demás, la vulnerabilidad de la juventud. En un momento de cambio y descubrimiento, cuando uno se pierde fácilmente en otras personas, la delicada línea entre la realidad y la imaginación puede volverse borrosa. En su fascinación por Mia, Eva pierde el contacto con su propia percepción y su mundo se llena de fantasmas y magia. Las amistades volátiles son quizás particulares de los jóvenes, pero creo que la dificultad de conocer y acercarse a los demás es un tema universal. Hay un límite inherente al conocimiento de la realidad, y esta comprensión da paso a una melancolía que persiste en la película.
Quería retratar el vínculo misterioso entre Eva y Mia, dos jóvenes imaginativas, idealistas y decididas, muy diferentes y al mismo tiempo parecidas, en un momento de sus vidas abierto, vulnerable e incierto. Trabajando con las talentosas actrices Nathalie Morris y Hannah Lynch, quienes dieron forma a sus respectivos personajes, quería mostrar una relación femenina que es platónica pero muy romántica a su manera, para crear una oda encantada a la amistad.
Para mí era importante que ambas fueran artistas, que conectaran a través de su trabajo y que Mia se convirtiera en una especie de musa para Eva. Es un «retrato de la artista adolescente», y el enfoque no está en el logro o la recompensa, sino en la adquisición del conocimiento del mundo a través de la observación y el registro. El cine de Eva se explora como un proceso constante que finalmente se deja abierto.
Comencé a recolectar ideas para ‘Petrol’ mientras vivía en casas compartidas en Melbourne cuando tenía 20 años, inspirado por mis propias amistades y observaciones. Este proceso a modo de diario’ tiene mucho que ver con el resultado de la película: una especie de collage personal de un tiempo y un lugar reales e imaginarios, todo mezclado. Pero creo que la narración impresionista y ligeramente fragmentada también dice algo sobre el mundo fragmentado en el que habitan los personajes. Está el «viejo mundo» ruso de Eva: el mundo migrante con su nostalgia y el anhelo por cosas que solo pueden existir como memoria, el interés de su madre por el entrelazamiento cuántico, la cita de Gogol sobre un campesinado que desaparece por parte de su padre, la lectura de los posos del café por parte de Bella.
“Uno no debe hablar o actuar como si estuviera dormido”, escribe Heráclito, “Cuando estamos despiertos, compartimos un mundo; cada durmiente está en un mundo propio”. Para mí, esto resume el viaje que emprende Eva en la película. En algún lugar entre el sueño y la vigilia, uno debe aprender a despertar al mundo, a sí mismo y a los demás, tal como son. Mia y Eva comparten un momento de ternura en el bar, el tipo de preciosos momentos de conexión que buscamos, y luego siguen sus respectivos caminos separados. Tal vez todo pase, pero tales experiencias compartidas de amistad conforman los aspectos confusos, desordenados y seductores de la vida, las cosas que nos hacen ser quienes somos.