La carrera como actor de Pau Durà ha abarcado algunos de los títulos más destacados del cine y la televisión de las últimas décadas. Series como Siete vidas, Plats bruts, Crematorio, El príncipe o largometrajes como Krámpack, Cosas que hacen que la vida merezca la pena o Todos queremos lo mejor para ella, avalan la trayectoria de este alicantino de mirada tan afable como adusta, según lo requiera el papel. Menos conocida para el público es, sin embargo, su faceta como director. Con seis cortometrajes a cuestas, Durà se lanza ahora a dirigir su primer largometraje de ficción para la gran pantalla. Una historia en la que ha contado con el actor José Sacristán para interpretar a su protagonista, Samuel, un viejo hippie que, desde que se instaló en la isla de Formentera allá por los años 70 del siglo pasado, sigue viviendo como siempre, tocando el banjo en garitos oscuros, con pocas propiedades, y gracias a la ayuda de amigos y antiguas relaciones amorosas. Pero la suerte de Samuel cambia cuando su hija, a la que no ve desde hace años, le pide que cuide durante un tiempo de su nieto. La aparición del niño, le obligará a hacer examen de su pasado y de sus responsabilidades.
¿Cuál es tu interés personal por este relato?
Nace de un momento en el que yo estaba a punto de ser padre. De hecho, la historia tiene que ver mucho con la paternidad. Yo estaba a punto de ser padre y me venía una de las responsabilidades que tenemos en esta vida. Me cogió en la isla de Formentera justamente, con mi mujer embarazada, y empecé a pensar en el conflicto que podría haber con la Formentera de los hippies que llegaron allí en los 70 y vivían muy alejados de muchas responsabilidades. A partir de ahí empecé a fabular sobre este personaje, Samuel, pero dándole una segunda oportunidad. Es decir, pensé que era más interesante contar la historia de un tipo que un día se desentendió de la paternidad en la Formentera hippie de los 70 y ahora, a la vejez, tiene que hacer de abuelo con su nieto. Y ahí está.
La película tiene un tono de paso de página con una manera de ver el mundo.
Claro, con el paso del tiempo uno nota más ese sentimiento, ese dolor porque, al final, como dijo Kundera, y esta es una definición que a mí me acompaña bastante, la nostalgia es como el dolor por la imposibilidad de regresar. Ulises fue el primer nostálgico de la historia. El coche de Samuel se llama Ulises, no por casualidad. Este hombre ha estado viviendo al margen de muchas cosas, refugiado en esa isla que es Formentera y en esa ideología suya de hipismo y de no necesitar nada más que su banjo y cuatro cosas más, aislado en una isla dentro de otra isla, justamente para huir de esa nostalgia. Ese es el viaje que más me interesa de la película, el viaje interior de este hombre que, como Ulises, llega a una cierta paz interior, a saldar cuentas consigo mismo, más que con los demás o con su hija. Por fin se va a tener que sacrificar por alguien y contra eso lucha durante la película y digamos que ese problema acaba siendo positivo para él.
Has contado con José Sacristán como protagonista. ¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar con él?
Pues maravillosa, qué te voy a contar. Es un hombre que como actor es un lujo y como persona es mucho más lujo tenerle cerca en todo este proceso, que es muy intenso. Para mí es un sueño que se ha hecho realidad. Y ya te digo, es un mito. Ha estado en más de un centenar de películas y el que se ofreciese, que leyera el guion y a los dos días me llamase y me dijese “vamos adelante” para mí es una de las grandes noticias que me ha llegado jamás a través del teléfono. Y luego, todo lo que ha venido ha sido grandioso. Yo empezaría otra vez, mañana mismo. Volvería a trabajar el guion, a estar con él, a trabajar y a tomarnos después las cenas, las sobremesas, el escucharle, el reírme porque, además, es un tipo con un sentido del humor brutal. Le puedes preguntar a todo el equipo, le aman todos. Ha sido una gran experiencia, sí.
Siendo los dos actores, ¿cómo ha sido dirigirle?
Bueno, cuando yo dirijo a los actores digamos que hay una parte mucho más sencilla que es que hablamos el mismo lenguaje, desde la misma posición. Puedo entender sus problemas, sus inquietudes y sus necesidades. Lo primero es escogerles bien, y rodearme bien. Lo segundo es entender hacia dónde va todo, que es lo que queremos contar, cómo queremos tratar a los personajes. Y luego crear un buen ambiente de trabajo y de rodaje. Casi todos los actores son amigos, algunos íntimos. Eso facilita mucho las cosas, el entendimiento, la diversión, también, importantísimo en una película como esta que no deja de tener su drama, pero que tiene su humor y sus momentos tiernos. También la idiosincrasia del personaje.
Quería preguntarte por la relación entre Sacristán y Sandro Ballesteros, que es el niño que interpreta a Marc, el nieto de Samuel en la ficción. ¿Cómo fue la experiencia de dirigirlos a los dos?
Estuvo muy bien. Trabajar con Sandro ha sido una maravilla porque, después de un casting que hicimos con niños, al encontrarle vimos que era perfecto para el papel. Y sobre todo la naturalidad de esta relación porque, realmente, es un poco lo mismo. Metes a un niño de diez años al lado de un tipo como Sacristán en un rodaje, pues bueno, no se conocían y eso estuvo bien porque la trama de la película era así, un poco de desconocimiento el uno del otro. El niño es el problema que tiene el protagonista, pero luego se convierte en su salvación. Y también está el tema del punto de vista, porque el niño mira más que habla. Observa su entorno y sufre a este personaje, a su abuelo, pero, al mismo tiempo, le va cogiendo cariño. Al final hablamos de un viaje, también. Es un viaje crepuscular, pero también es iniciático porque al final se aprenden cosas.
En tu relación con estos actores, ¿cambió la perspectiva de lo que querías contar?
Claro, claro. Un guion nunca está cerrado, es imposible porque un guion siempre es un paso previo a una cosa, que es una película. Al final, un guion es un apunte de lo que será luego. El trabajo con ellos fue muy interesante. Con Pepe [Sacristán] que es el gran protagonista de la historia, también. Sus pegas, sus dudas, eso lo trabajamos muchísimo. Y luego en el rodaje yo estoy muy abierto a dialogar porque, al final, un guion es una guía de lo que pasa, cómo pasa o qué se dice, y eso debe estar muy abierto. Personajes como el del actor Jordi Sánchez, ¿cómo le voy a decir, “di esto”? No, vamos a trabajar y a ver qué te sale. Había un poco de libertad en el rodaje que yo creo que fue muy interesante. La película está hecha con cámara al hombro y en los momentos que más vuela es cuando vuela la cámara, cuando está en lo que se está contando y está al mismo nivel. Luego está el montaje, que también se sigue escribiendo, se sigue componiendo la historia. Ha sido un viaje largo y chulo porque te das cuenta de que hasta el momento final puedes alterar muchas cosas. Lo interesante es que, desde que empecé a escribir esta historia, el alma de la película nunca la hemos perdido de vista y creo que la película es reflejo de lo que yo pensé que debería ser.
Aunque ya habías dirigido varios cortos de ficción, este es tu primer trabajo largo, ¿Cuál ha sido la mayor dificultad?
A mí me da siempre la sensación de que las dificultades están antes, en la financiación, en llegar a tener los elementos suficientes para rodar la película. Luego rodarla fue muy bien porque creo que ya tengo una cierta experiencia. Yo había hecho una tv-movie también, igual de larga, para la televisión valenciana y catalana. O sea que no vengo solo del corto. Pero, ya te digo, el rodaje fue bien a pesar del movimiento porque esta es una película en la que nos hemos movido mucho entre la isla y la península. Pero, al mismo tiempo, ese rodaje en la península me dio un punto de libertad muy chulo. En el momento en el que estábamos rodando la isla estaba vacía, y también nos apoyaron mucho para poder aprovechar esa libertad y poder improvisar muchas cosas que son lógicas en los rodajes y eso está en la película.
El paisaje es un personaje de la película. ¿Cómo lo abordaste?
Yo creo que hay un paralelismo entre el personaje de Samuel y la isla. Nosotros nunca quisimos hacer postales en la película y yo creo que no están, a pesar de que la belleza de la isla siempre aparece. Tal vez tuvimos que luchar un poco contra ella para que no nos apabullara, el color del mar, los paisajes, la aridez de los caminos. Nos quedamos en eso, en mostrar esa profundidad de campo en algunos momentos, pero, al mismo tiempo, sin pasarnos porque, al final, estás hablando de una isla que podría ser la ideología del personaje, su manera de estar en el mundo, que se puede convertir en una cárcel. Es decir, el obstinarse en ciertas cosas cuando a él le pasó en su día, cuando dejó marchar a su mujer y a su hija hacia la península, esa manera de seguir allí, en cierta forma son como unos barrotes autoimpuestos. También hay muchas islas y, en ese aspecto, nosotros nos hemos limitado a mostrar su isla íntima: la fonda, algún camino, la playa donde tiene su casa y poco más. Ese espacio suyo que es, además, como una parcela pequeña en la cual el hippie dice “yo me quedo aquí, necesito poco para vivir, pero quiero estar al margen de las convenciones y las responsabilidades” y ahí están las sombras que hemos estado buscando.
La música es muy importante en la película.
Sí, la música es importante, la banda sonora, pero también la música diegética que aparece. Está el tema de Formentera Lady, de King Crimson, que da el título a la película. Tenía muchas ganas de contar que este hombre se codeó con ellos para mostrar de una manera visual y musical ese momento importante que son los 70. Los 70 en la película están en ese pasado idílico y el inicio de su estancamiento, de su paz, de su vida, que coincide con su llegada a Formentera y la eclosión del movimiento hippie. Pero también ese paraíso que se perdió, como pasó con el movimiento hippie, que se deshizo en un momento dado con la entrada de ciertas cosas, de las drogas y de la misma sociedad, seguramente porque era un sueño irrealizable. Se consiguió en algún momento en algunos sitios, pero luego la sociedad ha ido hacia otro lado. Y la canción me daba juego en la película.
Tu peli ya ha tenido alguna proyección con público. ¿Cómo está siendo la reacción?
Pues, muy buena. La gente entra mucho en la película, en su sencillez y en su honestidad, yo creo que eso lo valoran mucho. Y durante las proyecciones yo creo que percibes que la gente está metida en la historia, les divierte esta excentricidad, este conflicto, les conmueve, es una maravilla. Muy especial fue la proyección que hicimos en Formentera para agradecer un poco cómo la isla se portó con nosotros. No solo las instituciones, sino la gente de Formentera. Lo agradecieron viniendo en masa, y esa fue una de las proyecciones más especiales.
Después de Cinema Jove está el estreno comercial. Ahí nos la jugamos. ¿Asustadillo? (risas)
(risas) No, porque ahora es todo cuestión de suerte, que la gente tenga ganas de ir a verla. Es verdad que nos tenemos que mover y contarlo y hacer todo lo posible para que vayan a verla. Atractiva yo creo que es por Sacristán, por lo que cuenta, etc. Eso lo tenemos. Ahora, falta que la gente vaya a las salas. Además, en su gran mayoría la película va a ser en versión original. La verdad es que tengo muchas ganas de seguir viendo qué ocurre. (risas)