Mundo Grúa, Familia Rodante, El bonaerense o su último y galardonado trabajo, El Clan son algunos de los títulos que forman la filmografía del argentino Pablo Trapero. Cine poderoso, pegado a la realidad, espejo de las relaciones humanas que muestran aquí sus contradicciones y esperanzas.
Tu primera película, Mundo grúa, la realizas al salir de la universidad. ¿Cómo ves ahora, con el tiempo, aquella aventura?
Pues, mirá. Se van a cumplir veinte años desde que se estrenó. Se estrenó en el año noventa y nueve, y ya hace veinte años que empecé a filmar porque la película se filmó durante un año y medio. O sea que este año se van a cumplir veinte años desde que empecé a rodar Mundo grúa. Fue un rodaje muy largo de muchas meses porque se filmaba los fines de semana o en vacaciones, así que la verdad que fue una experiencia que recuerdo con mucho cariño. Recuerdo también muy íntimamente las ganas que tenía de filmar en ese momento, la necesidad que tenía de pasar por esa experiencia, de dejar de ser un director que “quería” hacer una película para ser un director que “estaba” haciendo una película.
Tú segunda película arranca en un momento complicado de tu país, cuando estalla lo que se conoció como el Corralito. ¿Hasta que punto la realidad social y política ha marcado tu carácter como creador?
Bueno, creo que lo ha hecho antes que como creador, como persona. Y naturalmente estas películas fueron naciendo en un contexto. En realidad creo que es bastante general. Cualquier realizador que observe la realidad se va a ver movilizado por la realidad que ve, más allá de que no necesariamente las películas tienen que ser contemporáneas y narra lo que sucede a la vuelta de tu casa. Creo que la realidad en la que un realizador esté inmerso necesariamente va a atravesar la historia, la obra o la película. No es algo que yo haya hecho deliberadamente, pero sí soy sensible a las cosas que pasan a mi alrededor y muchas de ellas me incentivan o son disparadores para empezar a escribir, para proyectar ideas de ficción en una película.
Tu has tratado muchas cuestiones, el mundo laboral (Mundo grúa), carcelario (Leonera), la corrupción policial (El bonaerense), etc. ¿Qué papel crees que juega el cine frente a esa realidad?
El cine tiene un papel fundamental. Es una herramienta de comunicación extraordinaria desde sus orígenes. Me gusta dar este ejemplo: cuando uno estudia las primeras películas de los hermanos Lumière y veía el tren viniendo hacia la pantalla, lo que uno lee y recuerda es que la gente salía asustada, movilizada, sorprendida. Su vida se veía conmovida por lo que veía en esa pantalla. El cine tiene esa posibilidad de emocionarnos, de conmovernos, de hacernos descubrir historias, mundos. Creo que la realidad también es un punto de partida para contar estas historias y después devolverlas en forma de ficción en una pantalla. Entiendo que para el público a veces es muy difícil mirar ciertos temas de la realidad de frente, en las noticias, en al calle, y a veces la ficción pareciera ayudar para que la reflexión de esa realidad haga más atractivo el acercamiento. No me refiero solamente a que esta comunicación tiene que dar con temas sociales o que comuniquen a mucha gente, sino que de una manera muy silenciosa una película tiene la posibilidad de dialogar con nuestra propia intimidad.
Otro de los temas que está especialmente encarnado en todas tus películas, desde Mundo grúa hasta, por supuesto, El clan, es la familia. ¿A qué se debe ese interés tuyo por esa cuestión?
Supongo que es algo que estuvo muy presente siempre en mi vida. Desde chico mi familia estuvo cerca, pero también hay distintas maneras de familia. No solamente la familia que uno tiene de sangre, sino la familia que uno consolida, construye, la gente con la que quiere convivir, la familia que después cuando sos más grande construís y elegís. No necesariamente se refiere a la familia de padre hijos y hermanos, sino a los núcleos de gente con los que nos sentimos a gusto y seguros. Y justamente la falta de estos vínculos provoca lo contrario. La angustia de la soledad, así como también vínculos demasiado enfermizos provocan otras cosas. Creo que este tipo de vínculos nos atraviesan desde que nacemos hasta que morimos. Desde los clásicos griegos hasta aquí, estos vínculos familiares para mi siempre están muy presentes en el buen drama.
Tu cine es muy descriptivo. No hay exactamente un relato, sino que los personajes son una excusa para hacer una descripción de un mundo. En cada película es distinto, pero siempre hay uno. ¿Lo ves así?
Bueno, diría que es una combinación o que lo primero es una consecuencia de lo que no se ve. Cuando estudiaba cine, muchas veces me pasaba que veía películas que no entendía para quiénes iban. Yo sentía que muchas de estas películas donde el director estaba muy como por encima de las historias de los personajes. Entonces, ya en la escuela de cine quería probar lo contrario, que uno viera un corto de gente que uno sintiera que podían ser vecinos. Y en relación a lo que preguntas de la historia, es al revés. Para poder tener esa sensación de cercanía o de familiaridad, la trama tiene que ser muy atractiva para el público. Si vos pensás los giros narrativos dentro del Mundo grúa o los de El clan, uno podría pensar que la ficción en realidad es consecuencia de estos vínculos cotidianos. Es la sensación que le público puede tener de sentirse descubriendo un mundo y eso es posible cuando tienes una historia que te intriga y que tienes ganas de seguir viendo y que te interpela, porque si no tienes esa curiosidad, es muy difícil que interese el mundo que te están contando.
El espacio físico también es muy importante en tu cine, casi como un personaje que nos habla. ¿Qué papel juega para ti?
Es un poco el complemento de lo que hablábamos antes, la historia por un lado, los personajes y el espacio donde esto sucede. Me gusta esa experiencia, si se puede definir, un poco más física, que me ha pasado también con mis primeras películas que la gente salía y me decía que, más allá de entender a los personajes, sentía que estaba en el lugar. Como que físicamente se había trasladado y estuvieran en la obra de “El rulo” o en las avenidas nocturnas de Carancho. Y también es un desafío muy grande y me gusta mucho. Imagínate que todas estas historias no tienen nada que ver con mi vida cotidiana. La cárcel de Leonera o las situaciones del abogado de Carancho, o el mundo de Elefante Blanco o Mundo grúa. Entonces, el hecho de conocer e investigar sobre estos lugares y sobre estos espacios físicos concretos es una manera de hacer más cercano universos sobre los que tengo que aprender antes de empezar la película.
Hitchcock trataba a los actores como maniquíes al servicio de la trama. En tucine, sin embargo, son muy importantes. ¿Cómo es tu relación con ellos?
Bueno, yo me formé como actor, también. Siendo adolescente estudiaba teatro, actué, después empecé a dirigir teatro y así fue como, lentamente, me acerqué a hacer películas. Siento una gran admiración por el trabajo de los actores. Vivo con una actriz. La madre de mis hijos es actriz, mi compañera y mi socia. Y tengo grandes amigos actores y con casi todos los actores con los que he trabajado he fortalecido una amistad. Siento que es un trabajo de mucha complicidad, de mucho riesgo, para ambos para un director y para un actor. Los mejores resultados suelen salir en esa zona más de riesgo. Disfruto de este vínculo. Me gusta sentir que mis actores confían en mi, que se pueden ir un poquito más lejos y probar algo y encontrar zonas que no se han explorado todavía.
Con el tiempo, aunque mantienes ciertas premisas constantes, tu cine se ha ido estilizando. ¿Cómo sientes que ha sido tu evolución?
Bueno, la verdad es que, como hablábamos al principio, si bien han pasado veinte años, que son muchos años, yo me siento que trabajo con la misma energía, curiosidad y ganas que cuando hice Mundo Grúa. Por otro lado tampoco hice ni hago un análisis retrospectivo de mi trabajo. Yo nunca más volveré a ver Mundo grúa, nunca más volveré a ver ninguna película. Quizá si ahora en Valencia me invitan a presentar a alguna de mis películas, vea un ratito. Pero nada más. Sí te puedo decir que, con los años, así como con mi primera película quería pasar por ciertas cosas, el hecho de haber hecho nueve películas ya hace que muchas cosas que quería probar antes, ya las probé en las películas que fui haciendo. Hay otras que voy queriendo intentar en las futuras películas que voy a hacer. Hacer una película es un desafío muy grande, de mucha energía; me saca mucho tiempo para estar con mi familia y mis amigos, se consume mucho tiempo de otra gente, de mucho dinero que se podría utilizar para muchas otras cosas. Entonces es muy importante tener la certeza de que la próxima película o la película que esté haciendo merece la pena ser hecha.
Tienes familia, dos hijos, creo. ¿Si tu hijo viniera y te dijera, “papá quiero ser director”, le dirías “no, estas loco, dedícate a otra cosa” o le animarías?
(risas) Mirá, me gusta mucho el cine. Mi hijo también ve muchas películas desde chico. Tenemos una pequeña sala en casa, una gran colección de películas mías y de mi hijo. Si me viene y me dice eso, le diría, por supuesto, que mejor haga otra cosa (risas)… porque sabemos lo intenso que es el trabajo de hacer películas, lo desafiante, lo demandante. Y a veces lo angustiante que puede ser. Pero también es muy fascinante y emocionante. Tiene un montón de otras cosas que vienen después del esfuerzo que demanda hacer una película. O sea que por un lado le diría que no; uno a los hijos los quiere cuidar, no quiere que sufran. Por otro lado también sé que el cine da muchos momentos muy placenteros y sorprendentes. O sea que, nada, veremos que será de sus elecciones en el futuro.