Como única excepción a una Sección Oficial protagonizada por niños y adolescentes, la georgiana Parade, de Nino Zhvania, se centra en la reunión entre tres viejos amigos en Tbilisi. La película está planteada a modo de road movie, donde sus protagonistas no sólo se desplazan en coche, sino también en autobús, a la carrera o paseando. El trío ha rebasado los 50 y su vida ha estado marcada por el pasado soviético del país hoy independiente.
La propuesta se inspira tanto en Maridos (John Cassavetes, 1970), como en los recuerdos de la realizadora acerca de las conversaciones entre su padre y sus amigos, parte de la generación perdida de Georgia.
– ¿Cómo termina una directora de 36 años rodando una road movie protagonizada por tres hombres de 50?
– El guion se me ofreció. Al principio estaba preocupada, porque como dices, soy una mujer y los protagonistas son tres hombres de la edad de mi padre, pero no guardan ninguna similitud con él. Temía fracasar y no ser capaz de plasmar el universo masculino de esa generación. Pero me gustó mucho el guion, porque me recordaba a la película Maridos, de John Cassavetes, protagonizada por cuatro amigos. Les pedí a los actores que me ayudaran con los diálogos para darle un enfoque más naturalista. Dos de ellos no son actores, así que el trabajo con ellos fue diferente, porque en cada toma que el tercero, que era actor, destacaba, los otros se sentían en inferioridad y lo hacían peor. Así que decidí que desarrollaran su relación en sus propias palabras. De ahí la espontaneidad que transmite la película. Fue todo una cuestión de confianza mutua.
– ¿Consideras tu película adscrita al género de las road movies?
– Quizás, se adscribiría más a una road movie que a cualquier otro género, porque relata un día en la vida de los personajes, y en esa jornada van en coche, en taxi, en autobús y andando por carreteras.
– La película retrata a una generación masculina con una visión estereotipada de las mujeres. ¿Lo has planteado como una crítica o como una reflexión?
– Las tres mujeres que se encuentran los protagonistas están en la misma situación, no en la vida, pero si en los sentimientos. Se sienten, como ellos, perdidas. En Georgia hay un gran problema que en la película se especifica con una frase: uno de los protagonistas está bailando con una de ellas y dice que no ha bailado durante 15 años con su mujer. Y es algo muy triste que afecta a muchas familias de la anterior generación, viven bajo el mismo tejado, pero no tienen contacto entre ellos. Por suerte, la nueva generación sólo vive con quien quiere. No quise de ninguna manera mostrar algo sexual, sino una relación cálida entre seres humanos. Pasan una noche amigable y amable, en sintonía entre ellos.
– Parade es una película sobre personas nacidas en la era soviética. ¿Cuáles han sido los desafíos y los problemas de la generación de tus padres para adaptarse a los tiempos modernos?
– La mayoría de ellos están perdidos, porque vivieron su juventud en la era soviética y luego la URSS se desintegró, así que muchos se sienten perdidos en estos tiempos democráticos. Por tanto esta película es también sobre la infancia, sobre los remordimientos, cómo se sienten. De manera separada son muy infelices, pero cuando se juntan se comportan como niños, porque son amigos desde la infancia. Hay gente que se ha referido a ellos como perdedores, pero yo no los considero así, sino que son el producto del tiempo que les ha tocado vivir.
– Uno de los valores de esta película es la dirección de fotografía, responsabilidad de Gigi Samsonadze, con claroscuros que parecen inspirados en la Edad de Oro de la pintura flamenca. ¿Qué instrucciones le diste?
– El proceso de preproducción fue muy extenso, así que estuvimos dándole vueltas a los colores, al tipo de lentes, a la dirección de fotografía en suma. Sabíamos que la película debía tener tomas largas. Queríamos darle aspecto de celuloide, aunque está rodado en digital, y usamos lentes anamórficas para darle sensación de grano. Empleamos muy poca luz, el mínimo. Filmábamos durante el atardecer y el amanecer.
– ¿Hay autoironía en la frase en la que uno de los personajes dice que las películas de arte y ensayo consisten en imbéciles que caminan arriba y abajo en una vía de tren?
– (Risas) Es una broma, sí. No comparto que los directores fuercen al espectador a estar nervioso sin una razón. Un buen ejemplo es la tensión que se genera en una vía ferroviaria ante el temor de que aparezca un tren y atropelle al personaje. No entiendo por qué te hacen sentir algo así.
– La canción que canta la anciana en el autobús resulta muy chocante por la dureza de su letra. ¿Es una canción popular de tu país o la compusiste para la película?
– Esta canción es antigua y se llama El corazón de una madre. La señora mayor que aparece en la película canta todo el tiempo y en el momento de editar la película, prestamos atención a este tema concreto y la letra nos resultó durísima. Como la edición de esta escena fue complicada, el editor y yo no parábamos de oírla, al principio no nos gustó y nos pareció muy fuerte, pero luego empezamos a tararearla de tanto escucharla y terminamos incluyéndola.
– ¿Temes que solo los georgianos puedan comprender completamente el pathos y los conflictos de esta película?
– De alguna manera, porque hay muchos diálogos y como hablamos de sentimientos es internacional. Habrá gente que sienta algo y otra que no.