“Lo más importante es que las mujeres tengan la posibilidad de elegir, pero no todas las elecciones son feministas”
Desde Bosnia y Herzegovina llega ‘Excursión’, largometraje de la cineasta Una Gunjak que recibió una mención especial en el pasado Festival de Locarno por su reflexión sobre el significado y las implicaciones de convertirse en una mujer en la era de la posverdad. Es la historia de cómo una inocente mentira se convierte poco a poco en un problema de gran magnitud dentro del entorno social de la protagonista. Para conseguir validación social, una estudiante de secundaria de un instituto de Sarajevo afirma que ha mantenido relaciones sexuales. Atrapada en su propio engaño, inventa un embarazo y se convierte en el centro de una controversia sobre la que pierde el control.
– ¿Qué aspecto de la noticia en un periódico sobre el embarazo de siete chicas en una excursión fue clave en tu ópera prima?
– Me crucé con esa información en un portal de noticias. En ese momento, la productora Amra Bakšić Čamo y yo estábamos trabajando en otro proyecto. Le pregunté qué opinaba sobre la noticia y le dije que, para mí, aquello era una película. El frenesí mediático que rodeo aquellos hechos fue terrible. Todo el mundo formulaba preguntas que no tenían que ver con la esencia de lo sucedido, evitando el hoyo en el que aquellas chicas se encontraban. Estaban atrapadas entre la extrema sexualización del cuerpo femenino y el dogmatismo y el conservadurismo que prevalece en la sociedad bosnia posterior a la transición. Es difícil de comprender cuando eres un extranjero.
-En este ejemplo podemos comprobar lo exitoso y prolongado del vínculo entre patriarcado y capitalismo, que son hermanos de armas. Ambos son sistemas en los que niñas y mujeres siempre sufren. ¿Por qué la sexualidad femenina es un tabú en nuestra sociedad? Creo que esta historia, de hecho, es muy importante para ti personalmente.
-Es lógico que sea personal. Cuando leí los comentarios en la web de los lectores del artículo, con frases como qué tipo de padres tenían estas chicas y qué clase de putas eran, me enfadé. Me cabreó que todo siguiera igual. Debido a mi ampliación de horizontes y a la reevaluación de mi propio feminismo, pensaba que quizás algunas cosas habían cambiado, tenía la impresión de que la sociedad había progresado, pero ese artículo me retrotrajo a los pupitres escolares y me di cuenta de que los chavales hoy en día están sometidos a una gran presión.
Esta presión no solo se deriva de las normas sociales, sino también de la explosión hormonal, de la tensión en la escuela… Con las chicas es todavía más pronunciada debido a los evidentes cambios corporales. Y eso me hizo preguntarme cómo se estarían sintiendo. Al haber atravesado esas experiencias yo misma, me era difícil explorar mis emociones en un país diferente, así como darme cuenta de que las chicas son seres en las que nace la sexualidad. Con ello no me refiero únicamente al sexo como acto, sino también a las definiciones de sexualidad aplicadas en la sociedad.
– ¿Cómo se convierte una en mujer, según la definición social? ¿Qué se espera de ella y qué le está prohibido?
-Aunque tu experiencia de crecer fuera de Bosnia y Herzegovina es seguramente diferente, parece que existe un resurgimiento del tradicionalismo y de la imposición de leyes antiabortistas en partes desarrolladas del mundo.
-¿Cuál es tu capacidad como cineasta para influir en una audiencia más amplia, para enviar una suerte de advertencia?
-No soy de ese tipo de artistas que reacciona a la realidad con la intención de mostrar algo. Sencillamente quiero plantear preguntas y tratar de influir en las personas para que se cuestionen a sí mismas. No quería escribir un personaje que fuera una víctima. Para nada. Ella es alguien a quien abrazarías, pero también a la que despreciarías, porque no puedes creerte sus actos. Es una persona completa, con sus defectos, a la que juzgarías, pero con la que mantienes esta conexión humana. Y gracias a ella, también te preguntas, ¿pueden mis hijas encontrarse en una situación parecida?
Me interesa saber si la audiencia se preguntará cómo experimentan su sexualidad las jóvenes en Bosnia y Herzegovina.
– Le has dado poder a tu protagonista, seguramente, para protegerla. No niega lo que se dice sobre ella. Mantiene cierto control sobre la situación.
– Le di poder porque quiero empoderar a las jóvenes, pero al mismo tiempo, quiero mostrar que el poder siempre va ligado a la responsabilidad. Ella debe aprender que puede ser percibida de manera diferente y conocer la ilusión de poder que la sexualidad extrema ofrece. Esa también es una de las golosinas del capitalismo. Lo más importante es subrayar el hecho de que una mujer, especialmente si es joven, tiene la posibilidad de elegir. Pero no todas las decisiones son feministas. Es algo que tenemos que recordar. Eso no quiere decir que tengamos que condenar esas elecciones. Por eso el feminismo no es solo una etiqueta. Ser consciente de ello se ha convertido en la esencia de mi vida. Del mismo modo que reevaluar mi propia relación con el feminismo. Para mí es primordial conocer cómo perciben su realidad otras mujeres. Por eso no puedo dictarle a nadie en otro país lo que es el feminismo y cómo debe ser aplicado. Solo puedo escuchar.
-¿Cómo definirías tu propio feminismo? Sé que no es una pregunta sencilla. De hecho, yo todavía estoy intentando hallar una respuesta. En mi caso, debe ser una conciencia creciente de mis propios privilegios.
-He de admitir que nunca he pensado en cómo definirlo, y me resulta arduo dar una respuesta completa. Por supuesto, hemos de pensar en disfrutar de las mismas oportunidades y privilegios que los hombres, sobre la oportunidad de ir a la escuela, de elegir una profesión… El mayor reto del feminismo reside en mis relaciones con los hombres, especialmente en las relaciones románticas heterosexuales. Pero estamos luchando por la igualdad en un mundo patriarcal. Empezamos de cero, como perdedoras, y eso es muy frustrante.
Así que si puedo marcar la diferencia de algún modo, quiero hacerlo. Para mí, el feminismo es poder animar o ayudar a alguien a través de mi trabajo, decirle a una joven actriz que es el centro del universo, que ella no es “el otro”, que su existencia no se limita al rol de madre, de hija, de musa, de belleza…
-Antes hemos mencionado las circunstancias posteriores a la transición. ¿Cuánto afectan a tus personajes, en qué medida se definen por el trauma transgeneracional de vivir en la falsa ilusión de una paz todavía ensombrecida por la guerra?
– Eso es lo que ha provocado todo lo que les ha sucedido. Son las mayores víctimas del actual orden social. Sus padres todavía están sufriendo estrés postraumático. Su realidad se limita a querer hacerse ricas y famosas o abandonar Bosnia y Herzegovina.
Sus valores se limitan a TikTok. Es un fenómeno global, pero como somos una pequeña comunidad, sentimos más las repercusiones. Esta gente joven es tan inteligente y creativa… pero nacieron en un mundo con móviles.
– He leído que en una entrevista mencionaste cómo ha definido sus vidas la cultura del selfie.
– No tienen fotos como las que tuvimos nosotras. Mi casa está llena de fotos donde tenemos una pinta rara. Algunas son de cuando cumplí cinco años, mi último cumpleaños antes de la guerra. Parezco una cría disgustada que, por alguna razón, odia su propio aniversario. Adoramos profundamente estas fotos, aunque salga alguien hurgándose la nariz. A las jóvenes generaciones no les pasa. Para mí fue un gran reto trabajar con ellas en la película y crear una relación en la que pudieran ser ellas mismas, bromear, relajarse, reír… Eso nos permitió que la película funcionara. La cultura del selfi les hace sentir inseguras. Son muy jóvenes, pero ya saben lo que es la ansiedad y la depresión. Se autodiagnostican a través de internet, las redes sociales y la psicología de bar.
– Los posados solo son una consecuencia del desarrollo de la tecnología, y quizás no es el mayor problema al que nos estamos enfrentando. Tengo la impresión de que la vida de la gente joven en esta película sucede a través de la lente de una cámara de móvil. Sus percepciones excluyen cualquier contacto directo con la realidad, todo sucede en sus móviles, el último intermediario.
– Aquellos a los que les resulta más difícil comunicarse en situaciones sociales cotidianas se están alienando más y más y eligen las redes sociales y el móvil. La amistad verdadera -en plan, eres mi amiga, pero conoces a alguien nuevo con quien empiezas a pasar más tiempo, así que no me llamas y me pongo un poco celosa-, no estoy segura de que todavía exista. En la película no quise tocar demasiado el tema del mundo en línea, es otro universo. Pero estos chavales viven en sus propios grupos de WhatsApp, donde se enfrentan entre sí y construyen sus relaciones románticas. Se corresponden, pero nunca hablan en persona. Tengo miedo de cómo afecta al crecimiento general de un individuo todo a lo que están expuestos. ¿Puede desarrollarse la empatía en tales circunstancias? Porque la empatía no es algo con lo que nacemos, sino algo que recibimos de la sociedad. Me preocupan especialmente las chicas jóvenes y los selfis que hacen preguntas como: “¿Cómo me veo?”, “¿Cómo me ven los demás?”.
-Dejando de lado la carga a la que está expuesta la gente joven hoy en día, ¿qué reto te ha supuesto trabajar con tantos chavales en la película que no tenían experiencia previa en el cine?
– Un gran reto. No sabía en qué me estaba metiendo. Aunque nunca me han despertado temor. A veces era extremadamente duro, pero la gente joven toma tanto de ti como te da de vuelta. Fue importante que aprendieran a construir una escena en los talleres que precedieron al rodaje, pero también que disfrutaran del proceso.
Cuando Mediha Musliović visitó el set por primera vez era el primer encuentro con una actriz profesional, y sus reacciones fueron increíbles. Su forma de trabajar también fraguó muy bien. Empezaron a improvisar. Para mí era importante que en tales situaciones todo fuera a favor de la escena, que la parte en la que inventan se pudiera acortar y que la parte en la que pronuncian el guion original fuera como debía ser. Estoy orgullosa de estas chavalas, de todo el equipo. La última mañana de rodaje acabó con lágrimas.