“Me interesan las fábulas, no porque nos dicen que existen los dragones, sino porque nos cuentan que pueden ser vencidos”
El guionista y director Jordi Núñez estrena la adaptación cinematográfica de la obra teatral de Jordi Casanovas ‘Valenciana’. El drama de ficción homónimo está ambientado en la Comunidad Valenciana durante los años noventa. La trama, protagonizada por tres jóvenes periodistas, conecta los estertores del fenómeno de la Ruta del Bakalao, los cambios políticos en la “España del progreso” y el nacimiento de los programas de telerrealidad, representados aquí a través del truculento tratamiento informativo de uno de los sucesos más dramáticos de la historia reciente del país, el asesinato de las niñas de Alcàsser.
– ¿Qué te motivó para adaptar la obra de teatro al cine?
– Su forma de abordar heridas de nuestra historia reciente y de tejer un retrato en el que lo individual y lo colectivo van de la mano. Al verla, me dejó una sensación similar a la que tuve con ‘Angels in America’, de Tony Kushner, que me encanta, e inmediatamente nació el deseo de adaptarla. Las tres protagonistas, Valèria, Encarna y Ana, suponían un estimulante catalizador de temas, sensaciones e historias que me emocionan.
– ¿Qué libertades te has tomado con respecto al original?
– La película se repliega sobre sus tres personajes principales poniendo el foco en su viaje emocional y no tanto en el contexto, prescindiendo de algunos elementos de la obra como la búsqueda del padre de Valèria o el suicidio de Encarna, en una nueva exploración que conserva el fondo del texto de Casanovas, pero que ha mantenido un proceso vivo y cargado de revelaciones. He aprendido mucho transitando estos caminos.
– El dramaturgo Jordi Casanovas afirma que ‘Valenciana’ trata sobre el duelo, ¿coincides con él?
– Totalmente. ‘Valenciana’ es una película sobre el duelo. Por la pérdida de las libertades, de la primera juventud, de las certezas, de una madre, de tres niñas asesinadas que podrían ser cualquier mujer o las hijas de todos, de relaciones que terminan o que cambian, y de una sensación de posibilidad que necesita renacer.
– Tanto tus cortometrajes como tu ópera prima, ‘El que sabem’, y ahora tu segunda película, hacen incidencia en la juventud, en las relaciones de amistad y en el desencanto. ¿Por qué te gusta volver a estos temas?
– Porque tienen que ver con las pulsiones del momento vital en que me encuentro. Soy muy consciente de la importancia de la red de afectos. Me atraía la idea de la amistad a través del tiempo, y lo que queda tras él. Las tres protagonistas tratan de encontrar su centro de gravedad, su propia identidad, dentro de la corriente de la historia. También la cuestión del desencanto, la pérdida de lo que queda de inocencia, la necesidad de ajustar las propias expectativas a una realidad convulsa, sin perderse por el camino. Todas tienen problemas para aceptar su realidad y se ven sometidas a distintos niveles de corrupción que ponen a prueba sus relaciones. Todas, en algún momento, deben proteger su integridad. ‘Valenciana’ contrapone las relaciones de amistad genuinas, no exentas de errores, frente a relaciones de poder abusivas, tóxicas y machistas que operan en los distintos niveles de la sociedad. Habla también del perdón a los demás y a uno mismo como herramienta de aceptación superadora y de la verdad como elemento liberador.
– Los noventa han sido llamados la adolescencia del tiempo, porque habían acabado las guerras y todo lo que estaba por venir era prosperidad. Los hitos mundiales del periodo fueron la caída del Muro de Berlín y la disolución de la URSS, y en nuestro país, las Olimpíadas y la Expo 92. ¿Qué desilusiones generacionales recoge ‘Valenciana’?
– Tiene que ver con todo lo mencionado antes, de un momento de grandes promesas, de expansión y posibilidad, se pasa a un momento donde el miedo cataliza la regresión, se instaura la desilusión y ese sentimiento de posibilidad debe renacer. La película empieza con ese inicio de la resaca de una etapa. Tiene que ver con el final de la primera juventud, que cada una de las tres recibe desde una perspectiva distinta. Es algo universal, que encuentra una alegoría perfecta en ese momento histórico y ese espacio concretos.
– ¿Cómo crees que van a resonar en el espectador actual la corrupción, la telebasura y el ocio nocturno de la época retratados en la película?
– El espectador va a poder reconocer perfectamente el carácter y las dinámicas de todo ello y va a tener espacio suficiente para la reflexión y el disfrute.
– ¿Por qué has decidido dar el protagonismo a tres mujeres y estudiantes de periodismo?
– Es una decisión que venía de la obra y que tiene todo el sentido. Las tres se ven obligadas a enfrentarse a los demonios y dinámicas de una sociedad machista, patriarcal y de consumo, y no se puede entender el proceso que viven sin esta perspectiva de género.
He conservado también el hecho de que las tres sean periodistas porque es una profesión a la que se le presupone un carácter crítico y comprometido, encarnado por Ana, pero que a su vez genera dinámicas de corrupción y connivencia con el poder, como el caso de Encarna, y que puede generar desencanto y rechazo, como Valèria, que desde el inicio reniega con indiferencia del título o Ana, que en el devenir de la historia se replantea el propósito de su profesión. Esta carrera además nos da una noción de pasado común de las tres que el espectador debe reconstruir en su imaginación.
– La película es una ficción basada en hechos reales. De hecho, aunque bajo otros nombres, la audiencia puede adivinar a protagonistas políticos y mediáticos de la época, como Eduardo Zaplana, María Consuelo Reyna, Nieves Herrero, Fernando García y Vicente Sanz. ¿Cómo has trazado la línea entre la fabulación y lo sucedido?
– Soy consciente de que la obra estaba muy centrada en el contexto real y ampliamente documentada. En el momento en que inicio el proceso de adaptación, asumo que entro en el terreno de la ficción y desde ahí he querido trabajar. No me interesaba la concreción de los personajes reales en quienes pueda estar inspirado sino las verdades y temas del fondo de sus relatos. La película tiene un carácter de fábula y a su vez está llena de dinámicas y hechos concretos reconocibles. Me interesan las fábulas no porque nos dicen que existen los dragones, sino porque nos cuentan que pueden ser vencidos. Y quiero que la película señale dinámicas y conductas, no personajes concretos, y nos ofrezca un espejo cuyo reflejo nos impulse a ser mejores, sea quien sea el espectador.
– Los protagonistas de la película resultan esperpénticos, pero cualquiera que haya vivido en València esos días, sabe que se ajustan a la realidad. ¿Cómo supiste dónde marcar los límites en las interpretaciones del elenco?
– Bueno, es que no se puede entender Valencia, ni este relato, sin ese carácter de sainete, que atraviesa también hoy, de manera consciente o inconsciente, nuestra cotidianidad. Ha sido importantísimo tener un casting acertado que pudiese trabajar con un surtido amplio de referencias y que ya tuviese un conocimiento de base sobre lo que estábamos contando. Por ejemplo, es complejísimo lo que hace Conchi Espejo, hay un equilibrio muy delicado entre artefacto y verdad. Encarna es a la vez un ninot de falla y un personaje de carne y hueso con una herida sangrante. Creo que la línea se ha marcado de forma natural con todos ellos en un proceso de exploración conjunta cargado de revelaciones, que ha ido del guion al montaje, pasando por el proceso de ensayos y el rodaje. Ayudado además por un vestuario, arte, peluquería y maquillaje impresionantes que construyen con elocuencia los personajes y su mundo.
– ¿Qué efecto buscabas con la saturación cromática de la fotografía en la película?
– Todo el diseño de producción, desde la fotografía hasta el arte, el vestuario, peluquería o maquillaje, busca establecer un diálogo con la imagen de los años noventa desde la recreación, apostando por los colores primarios asociados a cada una de las protagonistas que recuerdan a la señera. Buscamos una imagen contrastada para acentuar las sombras de aquellos años, que se aleja, a nivel de fotografía, de la forma en que hemos trabajado previamente, pero que tiene todo el sentido en relación con el fondo del relato. Del naturalismo y realismo embellecido de ‘El que sabem’, pasamos a una propuesta más oscura, contrastada y expresiva. Estableciendo un diálogo constante entre forma y fondo que busca abrir una dimensión fértil para quien mira.
– La quema de la paja del arroz, la paella en la playa, el interior fresco y abigarrado de las casas de pueblo… la película procura una inmersión cultural en esta comunidad que le procura autenticidad. ¿Cómo lo lograste sin caer en el tópico?
– Los tópicos son tópicos porque tienen algo de verdad. Se trata de hacer aflorar esa verdad y conocerla para que no se quede en lo superficial. Quizás para mí no son tópicos porque me he criado yendo al campo con mi abuelo y mis tíos ayudándoles en la campaña del arroz, y soy consciente de las tensiones que se dan entre la ciudad y la quema de la paja, por ejemplo. A su vez, esto me permitía insertar a los personajes en un carácter cíclico mayor, que permitía acompañar la historia en forma de ‘pillow shots’ al estilo de Ozu. También he trabajado en la televisión autonómica y he vivido la energía que impera, me he criado en l’horta hablando valenciano ‘apitxa’t, mis abuelos perdieron su casa por la ZAL, he trabajado en la Diputación de València y la Generalitat como becario de prensa y he visto que la realidad supera la ficción. La apuesta ha sido tomar elementos de todo aquello que conozco para construir un relato reconocible. Abrazar sin miedo el tópico, como puede ser una ‘mascletá’, e insertarlo en un lugar verosímil del relato donde sea elocuente a distintos niveles y suponga un disparadero de significados.
– La película combina actores con proyección nacional con jóvenes y veteranos intérpretes locales. ¿Cómo fue el proceso de casting?
– En el caso de Ana, supe desde el principio que quería contar con Tània Fortea, después de haber hecho juntos ‘El que sabem’, y escribí el personaje pensando en ella y en la empatía y complejidad emocional que es capaz de transmitir. De Ángela, había algo en su mirada que quería explorar y que me emocionaba mucho para el personaje de Valèria, al conocerla se confirmó esta intuición y sentí una gran conexión con su sensibilidad, es de admirar además el trabajo lingüístico que ha hecho junto a Mauro Cervera con el apitxat. En el caso de Encarna, estaba siendo más difícil dar con la actriz adecuada, hasta que Víctor Antolí, encargado de la última fase de casting, me presentó a Conchi y me voló la cabeza. Sandra Cervera fue la última en entrar al elenco y ha sido toda una revelación. También Fernando Guallar, con quien ha sido súper estimulante construir ese villano y compartir referencias. Jorge Silvestre estuvo en mi cabeza desde casi el principio y ha sido increíble trabajar con él también, como con Amparo Fernández, Cassany, Jaime Linares o Laura Beneito. Ha sido un sueño trabajar con un elenco donde confluyen escuelas, trayectorias, sensibilidades, talentos y energías tan diferentes y a la vez complementarias. Un verdadero lujo de este oficio.