“Quería entender cómo un acontecimiento deportivo de la magnitud de los Juegos Olímpicos puede alterar la vida de quienes no están directamente involucrados”
Con el París de los Juegos Olímpicos como telón de fondo, Valentine Cadic construye una insólita aventura de verano en la que su protagonista, perdida en la gran ciudad, debe hacer frente a sus dudas y anhelos para reencontrarse a sí misma.
– ‘Aquel verano en París’ es tu primer largometraje. Parece una continuación de tu cortometraje ‘Les grandes vacances’, donde el personaje interpretado por la actriz Blandine Madec vuelve a llegar a un lugar desconocido y su soledad se ve enfrentada a la multitud y lo imprevisto. ¿Cuál fue el punto de partida?
– El punto de partida fue el deseo de hacer una película durante los Juegos Olímpicos. Es cierto que hay similitudes con el cortometraje, casi como un efecto espejo, porque también quería volver a trabajar con Blandine Madec. Sin embargo, mientras escribía, no pensé en aquel corto, ni en desarrollar una continuación. El personaje que interpreta Blandine es distinto al de ‘Les grandes vacances’. Pero sí reaparece el mismo sentimiento de soledad con la misma actriz, lo que permite que ambos filmes dialoguen entre sí.
-¿En qué momento decidiste filmar durante este periodo tan particular y único como los Juegos Olímpicos en París? ¿La idea surgió cuando se confirmó el evento en la capital, en 2017?
-No, fue bastante después. En mis anteriores cortometrajes ya había incorporado historias de ficción en espacios que acogían eventos reales. Por ejemplo, en ‘Omaha Beach’, que transcurría durante las recreaciones del desembarco en Normandía, o ‘Les grandes vacances’, rodado en un camping en plena temporada. Me parecía interesante inscribir una ficción en un contexto extraordinario. Quería entender cómo un acontecimiento deportivo de tal magnitud podía alterar la vida de quienes no están directamente involucrados. Primero iniciamos una fase de documentación con Mariette Désert, mi coguionista, en la que entrevistamos a deportistas que habían participado en los Juegos de Tokio o Londres, para que nos contaran su experiencia. Después, empecé a escribir anticipando lo que podría suceder. Sabía que durante el rodaje habría que adaptarse a muchos imprevistos. Una de mis referencias fue el fotógrafo Martin Parr, por su mirada excéntrica sobre las multitudes.
-¿Puedes hablarnos de la preparación y del dispositivo de rodaje que pusisteis en marcha?
– Con Mariette investigamos todas las actividades previstas durante los Juegos. Hubo un trabajo importante de planificación para integrar el rodaje en este evento fuera de lo común. Organizamos el plan de trabajo para grabar todas las escenas relacionadas con los Juegos en la primera quincena de agosto, y contemplamos la posibilidad de filmar durante los Paralímpicos en septiembre si no llegábamos a tiempo. Hubo que prever restricciones de acceso, permisos, desplazamientos. Formamos un equipo reducido para mantener flexibilidad y poder reaccionar ante el contexto. Aun así, hubo sorpresas: por ejemplo, una escena en la que el personaje de Blandine se encuentra con un periodista estaba prevista durante la carrera de natación, que fue cancelada por la mala calidad del agua. Pero decidimos rodarla igualmente; había menos gente y pudimos hacer varias tomas. Nos adaptamos continuamente, y como estábamos bien preparadas, conseguimos sortear los obstáculos. Cada secuencia requería un enfoque distinto: ya fuera una escena de los Juegos o una más íntima en interiores. En el Club France, muchos pensaban que éramos un equipo de televisión.
-¿Qué te interesa de situarse entre el documental y la ficción y filmar con todas las limitaciones que eso conlleva?
– Los imprevistos enriquecen mucho el film. Como cuando pides a transeúntes que participen. La realidad, a veces, supera cualquier guion. Algunos turistas tenían atuendos tan sorprendentes que nunca habríamos imaginado. En mi primer cortometraje, usando las recreaciones del desembarco, contaba con un inmenso decorado natural y miles de figurantes.
– La película se inscribe en la tradición del cine de autor francés de los años en torno a 2010, influido por cineastas como Rohmer o Rozier. ¿Cómo te marcaron esas influencias?
– Fue en esa época cuando descubrí el cine que me gustaba. Empecé como actriz y estudié cine en la Universidad Paris 8. Fue ahí donde descubrí las películas de Justine Triet, Guillaume Brac o Claire Simon. Después llegué a Rohmer, Rozier y Varda, que evidentemente también me influyeron.
– En el montaje alternas entre secuencias de inmersión en las festividades y otras íntimas, en las alturas de la ciudad: el balcón de la hermana, el parque de Buttes-Chaumont… ¿Cómo construiste ese contraste?
– La idea era contraponer los grandes acontecimientos de los Juegos con momentos más íntimos: las pequeñas historias personales frente a la gran historia que vive la ciudad. Quería secuencias como burbujas suspendidas, instantes antes de volver a sumergirse en la multitud. Con Mariette trabajamos mucho esa dualidad. Me gusta que haya humor, pero también profundidad, y que los personajes puedan sorprendernos. Escribir a cuatro manos nos permitía ese intercambio constante, una especie de ping-pong creativo. Mariette es una guionista excelente, y trabajar con ella fue apasionante.
– Blandine Madec parece un alter ego, una musa. ¿Cómo os conocisteis y qué te inspira de ella?
-Nos conocimos hace ocho años en un corto donde actuábamos juntas. Después la vi en teatro y quise proponerle un proyecto. Me topé con la convocatoria de La Residencia de las 168 horas, que apoya a cineastas emergentes, y me postulé proponiéndole el rol principal. Allí descubrí su gran capacidad para interpretar e improvisar. Cuando empecé a escribir el largo, se lo propuse y aceptó enseguida. Es un personaje algo al margen, complejo, difícil de definir. Blandine tiene una gran facilidad para cambiar de tono, del humor a la seriedad.
Comparte el mismo nombre que su personaje, pero es un verdadero trabajo de composición. Con Mariette primero, y luego con ella, buscamos el tono justo para ese carácter ligeramente excéntrico. La dificultad era no desconectarla del entorno manteniendo el lado burlesco. Es un personaje tierno y divertido a la vez.
-¿Qué te interesaba de este personaje femenino, complejo, algo en fuera de campo y sin embargo muy actual y fuerte?
– Me interesaba mucho su soledad: su mirada un poco perdida en medio de la multitud, lo que genera descubrimientos, encuentros, incluso situaciones cómicas. Esa mirada actúa como espejo de la sociedad. Quería jugar con la presión de “vivir el momento presente”. Por eso usamos colores vivos, una luz solar casi violenta, para mostrar la presión que ella sufre sin creer realmente en ella. También me gustaba que el espectador no lo supiera todo desde el principio, sino que la fuera descubriendo.
En el cine, las jóvenes solitarias suelen ir asociadas al drama o al peligro. Me interesa explorar esa soledad como espacio de descubrimiento. Con Blandine quería retratar a esas mujeres que superan la treintena sin ajustarse a las expectativas sociales, sin reivindicarlo necesariamente. Ella no teme su soledad. Su fuerza y comicidad nacen de sus torpezas, su lucidez, su manera de observar el mundo desde un lugar distinto.
– ¿India Hair fue una elección evidente para el papel de la hermana?
Fue la única actriz con la que me reuní para este personaje. Al escribirlo, temíamos que sonara a cliché parisino, incluso antipático. Mis productores ya habían trabajado con India y me hablaron de ella. Cuando leyó el guion y nos reunimos para leer algunas escenas, supe que era la persona indicada.
Con ella, el personaje cobraba una simpatía inesperada. Trabajar con India fue un placer: es generosa, escucha, propone y tuvo una gran química con Blandine.
– ¿Cómo manejas la escritura e improvisación en el rodaje? ¿Cómo trabajas los diálogos con los actores?
– Antes de rodar hicimos improvisaciones a partir del guion con los actores. Era un espacio para ajustar los personajes, enriquecerlos y dialogar sobre sus conflictos. En el set podían modificar palabras si lo sentían más natural. Algunas escenas dejaban margen a la improvisación, sobre todo con personajes secundarios o con la niña, Alma. Si las improvisaciones se desviaban mucho, volvíamos al texto. Durante el casting con Laure Cochner, dejamos improvisar para ver si los actores eran capaces de adaptarse a un rodaje en un evento real.
– También eres actriz. ¿Cómo concibes la dirección de actores?
– He vivido varios rodajes y observado métodos distintos. Me marcó mucho ‘Nos batailles’ de Guillaume Senez, donde no teníamos diálogos escritos: todo era improvisado, pero dirigido con enorme precisión. Me nutrí de esas experiencias, como si hubiera hecho una gran pasantía de observación. Siempre he tenido curiosidad por el trabajo de dirección.
También trabajé en producción y en regiduría, lo que me dio otra perspectiva. Todo eso me ayudó a organizar mejor mis cortometrajes.
– El sonido tiene un papel esencial en la película. ¿Qué puedes contarnos de ello?
– Tuve la suerte de estar muy bien acompañada en ese aspecto. Los técnicos de sonido salían a grabar ambientes fuera de los estadios. Y luego trabajamos el montaje y el diseño con Olivier Goinard. El sonido era una materia con la que jugar: desde la dificultad del bullicio de la gente —que reelaboramos en postproducción— hasta la atmósfera del verano en la ciudad vacía. El silencio nocturno, el zumbido del scooter en la escena con el electricista… todo eso nos ayudó a contar el estado emocional de Blandine.
– La música del filme fue compuesta por Saint DX. ¿Cómo fue esta colaboración?
– Admiraba mucho su música, lo había visto en concierto, y uno de mis productores lo conocía. Aurélien (Saint DX) nunca había hecho música para cine, pero le interesaba. Leyó el guion, le gustó y se implicó desde el principio, incluso durante el rodaje. Trabajamos juntos desde la primera versión de montaje. Nos propuso diferentes ideas y fuimos construyendo un universo musical que se ajustara al personaje de Blandine, siempre en un estado intermedio, en suspensión.
– Hay un personaje particular que aún no hemos mencionado: la nadadora Béryl Gastaldello aparece como un leitmotiv para Blandine y puntúa la narración del film. ¿Cómo se integró en el proyecto?
– Apareció desde las primeras fases de escritura. Quería que Blandine siguiera la trayectoria de una atleta. Investigando, Mariette me habló de Béryl. La contacté por Instagram, aceptó reunirse y se mostró muy generosa. Me habló de su historia, su carrera, y se interesó por el proyecto. Fue muy inspirador, sobre todo porque es una de las pocas nadadoras que ha hablado abiertamente de salud mental en el deporte. Habló de su miedo al agua, de sus tics. Blandine se siente atraída no por sus medallas, sino por su coraje y resiliencia.
También nos parecía interesante cómo el personaje accede a figuras públicas a través de las redes sociales, sintiéndose próxima a ellas sin conocerlas realmente. Béryl nos enviaba vídeos desde su móvil, antes y después de las pruebas. Adaptamos el rodaje según su disponibilidad y su calendario de competiciones.