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Entrevista a Shô Miyake, director de ‘Small, Slow, but Steady’

“En esta película he querido subrayar la belleza que comparte el lenguaje de signos con los movimientos del boxeo”

 

Un gimnasio de barrio, el más antiguo de la ciudad. Una boxeadora con discapacidad auditiva. Japón en tiempos de la COVID. Small, Slow, but Steady es una historia de vidas minúsculas, comprometida con la realidad y con unos personajes a los que la director Shô Miyake filma con energía, convicción y sensibilidad. Coherente con su trasfondo político, tierno con su mirada a lo más profundo de las emociones humanas.

 

– Tu película retrata a una boxeadora con discapacidad auditiva, ¿cuáles fueron los retos de fundir ambos universos en uno? ¿En qué consistió tu proceso de investigación a este respecto?

 

– Las personas con discapacidad auditiva desarrollan mucho el sentido de la vista; ese fue mi punto de partida. Observando atentamente la práctica del boxeo descubrí lo hermosos que eran sus movimientos. Yo misma recibí unas clases de boxeo con la actriz principal, Yukino Kishii, y con Shinichiro Matsuura, el actor que interpreta al entrenador en la película. También aprendí lenguaje de signos: en ambos casos, dos personas han de interactuar cara a cara.

 

Aunque la mayor parte del tiempo los signos de Keiko se traducen a la audiencia con subtítulos, hay veces en las que no tenemos este tipo de traducción. ¿Por qué tomaste esta decisión?

 

– Hay una escena en la película en la que varios personajes con discapacidad auditiva se comunican con lenguaje de signos. Si hubiésemos añadido subtítulos en esa escena, estoy segura de que esos hermosos movimientos de manos se hubiesen perdido. Al no incluir subtítulos, animamos al espectador a prestar atención a las manos de las actrices más que al contenido de la conversación.

 

– ¿Qué lectura social has querido hacer de las consecuencias de la pandemia al ubicar la historia en un antiguo gimnasio de Tokio que se ve obligado a cerrar?

 

-La pandemia ha conllevado la pérdida de muchas vidas, así como de muchos espacios comunitarios. Cines, salas de conciertos y restaurantes se han visto muy afectados en Japón. Una vez se han perdido, es muy difícil que se reconstruyan. Una de las funciones de la cámara en la película es registrar la pérdida de ese tipo de espacios.

 

-La película fue producida y rodada durante la pandemia. ¿Cómo afectó esa circunstancia a los planes de rodaje?

 

-Empecé a trabajar en este proyecto una vez que la pandemia había comenzado. Quería documentar con una cámara ese periodo tan restrictivo y convertirlo en parte del escenario de la película. Como ya contaba con ese condicionamiento desde el principio, el calendario de rodaje no se vio muy afectado. De hecho, sentí alivio al ver que las medidas anti-COVID funcionaba; nadie en el equipo enfermó.


– En tiempos digitales, has decidido utilizar una Super 16. Es un formato que está cayendo en desuso y ya solo se utiliza para producciones muy concretas que requieren esa estética granulada y la habilidad para expandir la imagen horizontalmente y generar planos más amplios. ¿Qué ha proporcionado este formato a esta película?   

 

-Principalmente, utilicé ese formato para proteger a los actores durante la filmación. Las películas de boxeo son muy exigentes físicamente. Utilizar una cámara digital habría requerido hacer muchas tomas que les habrían extenuado más de lo necesario a los actores. Trabajar con una cantidad limitada de película me obligaba a editar de antemano cada escena con mucha precisión. De este modo conseguí que los actores mantuviesen un buen estado de forma en todo momento. Desde el punto de vista estético, este formato me permitió crear una imagen, no exactamente de documental, pero sí más suave y nostálgica. La historia requería esa calidad y esa belleza. Estuve acertada al elegir trabajar con 16mm.

 

-¿Qué importancia tenía para ti subrayar la transmisión de conocimientos entre el maestro y el estudiante?

 

-He experimentado la belleza de un tipo de comunicación que utiliza el movimiento corporal y las expresiones faciales en lugar del lenguaje verbal. Entrenar en silencio es como un baile, muy cinematográfico. Me atrajo mucho la historia de dos personas de dos generaciones distintas que establecen un vínculo tan fuerte.

 

– ¿Cómo te sientes cuando se te compara con el maestro Ozu?

 

Si esta comparación tan solo se debe a que los dos somos japoneses, cereo que no tiene mucho sentido, aunque es cierto que es uno de los directores que más admiro. Estoy fascinada por su manera de dar vida a las interpretaciones dentro de unos parámetros muy estrictos. En Japón no solo destaca Ozu, hay otros maestros como Mikio Naruse y Sadao Yamanaka. Espero que las generaciones venideras sigan disfrutando de sus películas.