«Los pies palmeados son una especie de metáfora del dolor del crecimiento al no poder adaptarse a las características sexuales secundarias.»
Íntima y tierna, ‘Boy in the Pool’ describe la llegada del primer amor con su plenitud y sinsabores. Una historia sencilla, construida alrededor de sus protagonistas adolescentes, a partir de esas pequeñas emociones que la cámara desgrana con la piscina como decorado para su despertar al mundo.
– ‘Boy in the Pool’ retrata la lucha universal de los adolescentes con su propia identidad, pero añade una deformidad física poco común. ¿En qué medida te planteabas abordar la dismorfia en la adolescencia a través de los dedos palmeados del protagonista masculino?
– Los pies palmeados son una especie de metáfora del dolor de no poder adaptarse al desarrollo de los carácteres sexuales secundarios, lo que conduce a la confusión y a la desorientación. Creo que la pubertad es un cambio importante e inevitable que todos atravesamos. Aún recuerdo la vergüenza y la confusión que sentí cuando noté por primera vez los cambios físicos en mis últimos años de primaria. Al mismo tiempo, creo que también empezó a cambiar mi personalidad.
De hecho, los patinadores artísticos suelen tener dificultades para realizar los saltos que antes dominaban al pasar de la categoría junior a la senior, debido a los cambios físicos. He oído que bastantes incluso abandonan el deporte durante esa etapa. En los deportes, la pubertad y los cambios físicos se interpretan de forma más directa y tangible. A través de los pies palmeados, quise expresar metafóricamente esas luchas en un ‘coming of age’ que es un drama deportivo.
– ¿Qué sabías sobre los dedos palmeados antes de hacer la película?
-Era algo tan raro que comencé mi investigación buscando si tan siquiera existía un término médico para esa deformidad. Una vez decidí usar los pies palmeados como metáfora, opté por no retratar la condición como una enfermedad en la película. En cambio, quería que se viera como un superpoder oculto o un potencial latente—algo que debía mantenerse en secreto, pero que podía tener consecuencias impredecibles si los demás lo descubrían.
Quería retratarlo como un poder maldito.
– La chica y el chico protagonistas forjan un fuerte vínculo cimentado en la promesa infantil de nadar siempre juntos. ¿Hasta qué punto las expectativas infantiles se convierten en remordimientos y reproches en la vida adulta?
-Creo que crecer significa enfrentarse constantemente a momentos en los que entendemos la realidad, hacemos concesiones, y aun así encontramos gratitud en lo que se nos ha dado. Todavía recuerdo todos los sueños que tenía en primaria: un amigo amable que se me acercara, un vecino con un jardín y una mascota, y ya fantaseaba con un marido maravilloso. Iba a ser cantautora. No, presidenta. O quizás diseñadora de interiores. Todo suena muy fantasioso ahora, pero esos sueños brillantes y caprichosos de aquella época siguen siendo preciosos para mí. Las amistades que no resultaron como esperaba todavía duelen.
La rabia que sentí por la profunda traición de una amiga en la que pensaba que podía confiar aún perdura. Parte de esas experiencias queda como una especie de trauma. Pero porque lo viví, se convirtió en una historia. Y creo que eso se ha convertido en alimento para otro tipo de crecimiento.
– La película transcurre en 2007 y 2013. ¿Cómo marcaste las sutiles diferencias en moda, música, cultura, sociedad y política entre esas líneas temporales?
– Por limitaciones de presupuesto, mucho no pudo incluirse, pero en realidad había una escena eliminada que utilizaba un reproductor MP3 como objeto específico de época para reflejar la soledad del protagonista. Un pequeño dispositivo que solo podía reproducir música—sin YouTube, sin internet, sin llamadas. Reflejaba la atmósfera de 2007, cuando usar un aparato así era totalmente normal, justo antes de que los ‘smartphones’ se volvieran comunes en 2013.
Quería resaltar el contraste entre una era en la que mantener el contacto con alguien no se daba por sentado, y otra en la que se volvió casi demasiado fácil.
– La película enfatiza las emociones complejas durante la pubertad. ¿Por qué era importante no desarrollar el típico romance adolescente?
– No quería hacer un drama iniciático típico. Quise agregar un toque de romance adolescente dentro de los momentos cotidianos de un ‘coming of age’. El tema principal era retratar la tensión inestable y desbordante de la adolescencia—como el agua temblando a punto de derramarse.
– ¿Qué aporta la actriz Hyo-woo a su actuación tras su experiencia en el renombrado grupo de baile HOOK?
– Después de participar en el famoso programa coreano de supervivencia Street Woman Fighter, Hyo-woo ya había experimentado toda la gama de emociones complejas que conlleva la competencia. Por eso, aunque se tratara de su primera vez actuando en pantalla, disponía de una gran rango de emociones para expresar. Como las bailarinas están entrenadas para controlar la intensidad y los matices a través del movimiento, pudo transmitir exactamente el nivel de emoción que buscaba.
– ¿Cómo trabajaste la representación del agua con tu director de fotografía, Ryu Yeon-su?
– Prácticamente con ningún presupuesto, necesitábamos con urgencia una solución inteligente para filmar bajo el agua. Así que desde el principio hablé con el director de fotografía sobre cómo podíamos abordar esas escenas teniendo en cuenta que se trataba de una película independiente. Mientras yo desarrollaba el guion, él ya investigaba y exploraba técnicas de filmación submarina. Tras mucho pensar, decidió que él mismo las filmaría. Explicó que, en cuanto contratáramos un equipo especializado, el costo y el tiempo se duplicarían—por lo que se comprometió a encargarse personalmente.
Naturalmente, eso significaba que las pruebas submarinas eran esenciales durante la preproducción. Pedimos dos carcasas submarinas de cámaras a proveedores internacionales, compatibles con el modelo Canon que teníamos—como eran hechas a medida, la entrega tardó entre dos semanas y un mes. No recuerdo los nombres exactos de los productos… Una carcasa era de Alemania, la otra de Estados Unidos. La alemana era la más fácil de usar, pero esa facilidad nos hizo desconfiar de su impermeabilidad.
Cuando colocamos por primera vez la cámara Canon patrocinada dentro de la carcasa en una bañera llena de agua, mi corazón iba a mil. Estábamos muy nerviosos porque temíamos que pudiera entrar agua en la cámara que nos habían prestado, pero la carcasa respondió increíblemente bien. Dos semanas antes del rodaje, hicimos la prueba final en una piscina con los actores infantiles—y todo salió perfecto. La visibilidad también fue excelente. Al menos para las escenas en piscina, no hubo problemas. A partir de ahí, el equipo dejó de ser una preocupación. La única variable restante en la filmación submarina fue nuestra resistencia física.