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Entrevista a la directora Elena López Riera

Su primer corto, Pueblo, llegaba al Festival de Cannes. Con el segundo, Las vísceras, pasaba por Locarno. Una obra telúrica, anclada en su Orihuela natal donde vence lo poético sobre la narración convencional.

Cannes, Locarno, tus cortos han sido seleccionados en los mejores festivales del mundo. ¿Cómo sienta y qué repercusión tiene que tu trabajo sea reconocido en espacios tan prestigiosos?

Hombre, ¿qué te voy a decir? Pues muy bien, aunque la verdad es que me lo tomo con bastante calma. La selección en festivales depende de parámetros que se nos escapan, y creo que también hay algo de estar en el lugar y el momento adecuados. Estas selecciones también me han pillado ya con una edad y con muchos años trabajando en el medio de los festivales como programadora, así que también soy muy consciente de que este ruido es efímero.

¿De quién son las vísceras a las que hace referencia el título y durante la narración de tu último corto?

Mmmm, creo que eso es demasiado íntimo… las vísceras están ahí, siempre estuvieron por todos lados, podrían ser mías (seguramente lo sean) pero pueden ser también de alguien que ya no está.

Y la mujer en el centro…

Bueno, no sé si lo hice conscientemente pero, claro, la voz es mía. El relato está en primera persona y la persona que nos guía es una mujer. Así que sí, la mujer en el centro.

Tanto en este trabajo como en Pueblo te apoyas en experiencias y elementos conocidos para construir tus relatos. ¿Hasta qué punto es biográfico el material del que partes?

Todo es biográfico porque todo está hecho más con el estómago que con la cabeza. Creo que me costaría mucho pensar en algo que estuviera lejos de mí, no tengo tanta imaginación… lo que no sé es si todo lo que hay en esos dos trabajos es verdad. Creo que conforme vas avanzando en el trabajo encuentras esa especie de método, de manera de confrontarte al mundo. El mío es partir de cosas que vivo, que me duelen, que me remueven las entrañas y, a partir de ahí, todo es posible.

Frente a propuestas más convencionales que imitan las formas del cine comercial, es interesante cómo escoges espacios cotidianos de nuestra cultura que muchas veces se rechazan por cercanos, como si no tuvieran valor estético. ¿Dirías que hay materia para el arte en aquello que nos rodea si sabemos cómo mirar?

¡Ay!, con el arte hemos topado… Creo que es muy difícil definir qué es arte y qué no, y mucho menos qué es susceptible de ser objeto del arte y qué no… desde luego no seré yo quien se atreva a definirlo. Pero vamos, desde mi punto de vista personal, lo importante no es lo que miramos sino cómo lo hacemos.  A mí me interesa, como decía, lo que vivo, lo que he vivido y sobre todo, Orihuela, el lugar donde nací y donde crecí. No digo que esto sea lo que haya que hacer, pero a mí es lo único que me mueve, y creo que el interés está precisamente en esa cercanía que comentas.  “Eso” (tan indefinible) que nos hace sentirnos a la vez tan cerca y tan lejos de lo que somos.

Hay en tus trabajos un interés por el rito, la costumbre. En Pueblo, una procesión marcaba el ambiente al que se enfrentaba el protagonista. En Las vísceras, se repite ese elemento de la procesión, al que se suman, entre otros elementos, la muerte del conejo para la comida, metáfora de lo que cuentas. ¿Es así?

Sí, claro. Tanto en Pueblo como en Las vísceras, lo ritual marca la vida cotidiana como si fuera al mismo tiempo algo excepcional y algo intrínseco a la vida del día. Eso es algo que siempre me ha fascinado de los rituales, cada año son iguales, repetimos los mismos gestos, como si fuera una mecánica aprendida durante siglos,  y sin embargo, cada vez que suceden, lo vivimos como algo extraordinario.

La idea del regreso a casa, al origen, es otro elemento común. Era el eje de Pueblo, y también aparece en Las vísceras. ¿Qué importancia tiene para ti?

Volver para mí es lo más importante. Y marcharme también. Vivo en ese movimiento constante, y aunque a veces he creído que era algo circunstancial, con los años he aceptado que es una forma de vida, como una droga que me intoxica pero que necesito para seguir.

Tras ver Las vísceras, nos gustaría que nos dieras algunas pistas sobre el proceso de asociación de imágenes que utilizas o te inspira para construir tus narraciones.

Como te decía, es muy difícil dar pistas, y hablar o intentar explicar los trabajos propios. En Las vísceras en concreto no tenía un plan preciso. Llegué con un montón de brutos de una tarde que pasamos con Fina, la mujer protagonista, que es una amiga de la familia de toda la vida, con algunas de las imágenes de semana santa de Pueblo que no usamos, y con algunas imágenes que vinieron después sobre la quema de rastrojos de naranjos. Mi montador, Raphaël Lefèvre, casi sale corriendo. Me decía que íbamos demasiado a ciegas y era verdad. Pero después de unos días trabajando dijimos, “¿y qué más da si vamos a ciegas?” De todas maneras nadie está esperando este corto, así que vamos adelante, y a lo peor, habremos probado cosas nuevas…

Me ha llamado mucho la atención el empleo de la imagen documental, que deja de tener un valor puramente descriptivo, para elevarse a otra categoría. ¿Cómo te lo planteaste?

Pues no teníamos ninguna idea previa, había algo en ese gesto cotidiano/ritual que me fascinaba desde pequeña porque para muchos de los niños que crecimos allí, la matanza del conejo, significaba el primer contacto con la muerte. Creo que lo más interesante del proceso ha sido partir de una idea muy sencilla que era la observación de un gesto fascinante, y a partir de ahí, ir explorando formas.

En Las vísceras das un salto importante, no sé si definitivo o provisional, al prescindir de los personajes, tal y como se entiende en una ficción al uso. ¿A qué se debe esta decisión?

Pues como decía, no fue una decisión formal ni muy meditada, simplemente estaban esos materiales e intentamos darles forma. Nuestra idea era más partir de los materiales a lo bruto que rodamos sin saber muy bien qué queríamos hacer con ellos y después en el montaje, “escucharlos”. La verdad es que tampoco me planteo las cosas que hago como hitos en el camino o como decisiones que vayan a cambiar algo, simplemente las cosas van saliendo. A lo mejor Las vísceras es lo último que haga, no lo sé, pero me gusta más la idea de hacer las cosas porque en un momento tienes la necesidad de hacerlas de una manera concreta y no como puentes que te llevarán a otro sitio.

 Creo que ahora tienes otro proyecto en marcha. ¿Podrías adelantarnos tu planes para el futuro?

Uf, me da mal fario hablar de proyectos futuros. En principio, mi principal proyecto es vivir y poder llegar en algún momento a vivir de esto dignamente, lo cual estando las cosas como están con las instituciones cinematográficas de este país, está bastante complicado.