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Entrevista a Ameer Fakher Eldin, director de ‘The Stranger’

“Los sonidos de los bombardeos contra el paisaje de los Altos del Golán han creado una extraña sensación de vida”

La tensión política de un territorio histórico como los Altos del Golán. El retrato de un personaje que es un extraño en su propia comunidad. La guerra interior de un hombre que desea otra vida. Con estos elementos, Ameer Fakher Eldin lleva a cabo en The Stranger una poderosa actualización de la obra de Albert Camus, en la que la cámara captura de forma preciosista un entorno familiar mientras describe las secuelas de medio siglo de ocupación.

-¿Qué estabas tratando de evocar mediante el uso de niebla y humo a lo largo de toda la película?

No me gusta dar explicaciones ni ofrecer mis propias interpretaciones sobre la película. Pero puedo decir que la niebla y el humo se usaron para motivar a los
personajes y exponer sus almas tormentosas.

-El color ocre predomina entre el cromatismo de la película. ¿Es así como percibes los Altos del Golán?

Esta elección se hizo para realzar visualmente los aspectos emocionales de la película. Cada color tiene una longitud de onda específica de energía que puede representar o simbolizar una emoción en particular. No exijo necesariamente a la audiencia que entienda los significados de estos colores, sino que los sienta. Creo
que los significados de los colores son universales, aunque procedamos dediferentes culturas.

-La fotografía es de una gran belleza, con muchas referencias pictóricas. ¿Cómo trabajaste con el director de fotografía Niklas Lindschau?

Ante todo, Niklas es un gran artista, que sabe muy bien cómo reflejar las emociones a través de la luz. Esto es esencial. Por otro lado, quería que las imágenes de la película fluyeran con un ritmo visual estático. Los patrones visuales, la estética y las composiciones son elementos clave en mi creación. Por ejemplo, pasaba dos días preparándome para filmar una sola toma larga y, gracias a la preparación, generalmente solo necesitábamos una sola toma.

-Cuando tu personaje principal decide acoger al soldado herido en la guerra de Siria, no tiene en cuenta a qué bando del conflicto pertenece. ¿Qué nos dice tu película sobre el respeto por la vida y la dignidad humanas independientemente de credos, ideologías e incluso actos?

Mi protagonista es un compendio de muchas reflexiones. Todos estos actos provienen de un ser humano que parece desesperado, pero en realidad está lleno de esperanza, y su relación con este hombre herido y su insistencia en tratarlo sin siquiera preguntarle su nombre pretenden reflejar el mundo que debemos soñar,
sobre todo en los últimos tiempos. Cuando hay una fuerte tormenta fuera de tu casa, llaman a tu puerta, abres y te encuentras con alguien empapado por el
vendaval, le das manta antes de preguntarle su nombre o de dónde vino.

-¿En qué medida fue importante subrayar el contraste entre los hermosos paisajes de los Altos del Golán y el sonido de la guerra cercana?

Desde el estallido de la revolución siria en 2011 solo hemos estado oyendo los sonidos de la guerra sin verla. Los sonidos de los constantes bombardeos contra el
impresionante paisaje de los Altos del Golán han creado una extraña sensación de vida. Sin embargo, en esta película mi objetivo era encarnar la naturaleza de un
lugar sin copiarlo tal como es, he buscado darle dimensiones diagnósticas para simular el mundo que estoy tratando de crear alrededor de una figura humana.

-¿Cuál es el papel del concepto de nostalgia en tu película?

El protagonista, cuyo nombre es Adnan, vive a la sombra de una crisis existencial. Yo lo veo no solo como un héroe trágico, sino también como un héroe nostálgico.
Muchas veces, cuando la nostalgia se orienta hacia el pasado, como es el caso de Adnan, la nostalgia se dirige hacia el futuro. Anhela un hogar que nunca existió.
Este es el estado de aislamiento, alienación y la pérdida más profunda por la que puede pasar una persona. Es la misma situación en la que viven los Altos del Golán, con sus dimensiones geopolíticas, pero en el estado de un sueño, un sueño de una patria mágica. Así quise encarnar la esperanza, pues dentro de la realidad en la que vivimos, todavía tenemos la esperanza de una realidad o patria mágica.

-El título de la película hace referencia tanto al soldado caído como al protagonista, que no se siente a gusto en su propio pueblo. ¿Es una metáfora del lugar mismo: ocupado, perdido y desplazado?

Hay algo en lo que dices, una vez más, me niego a imponer mi interpretación a nadie, el espectador debe ser libre de interpretar algo así o no.

-Tu película retrata el conflicto interior de un hombre que desea una vida diferente de la que su padre trató de imponerle. ¿Cuál es el peso de la tradición, la herencia y las expectativas en la sociedad árabe contemporánea?

Generalmente, prefiero no inspirarme en mi experiencia personal. Es algo que no me atrae tanto como hacer una película sobre mis miedos futuros, de ahí saco
inspiración o ideas, y me abstengo de pensar en mis vivencias pasadas. El mundo que creé en la película no refleja únicamente la naturaleza del lugar o sus problemas políticos, sino que utiliza esta naturaleza para darle dimensiones diagnósticas y dotarlo de características espaciales que imitan el espíritu incandescente del personaje principal. Se puede pensar en la película como un collage de sentimientos al que he tratado de poner el foco para resaltarlos todos, y con eso quiero decir que incluso mi uso de lo que era personal, fue un uso de sentimientos, no de experiencias. Por ejemplo, por diversas razones ajenas al cine, mi padre no trabajó en el campo de la medicina a pesar de sus estudios, y pasar siete años aprendiendo algo y no poder practicarlo crea un fuerte sentimiento de frustración, sobre todo en sociedades patriarcales que son castigadas con base a sus expectativas. Esa frustración me atrajo como observador, y esa frustración está presente en la película solo como un sentimiento, no como una experiencia idéntica entre Adnan y mi padre. Tenía claro que no quería hacer una biografía, sino estudiar al personaje a través de la película y seguir su desarrollo. Esto significa que no conozco completamente a mi personaje, no sé qué razones impidieron que Adnan completara sus estudios. No me gusta el enfoque literario o cinematográfico que depende de la trama causal, sino que prefiero la literatura que se ocupa del
efecto más que de la causa, y en la que la narración es un estudio de la personalidad. Eso es lo que encuentras en la novela Metamorfosis (1915) de Kafka, por ejemplo. Kafka no explica por qué Gregor Samsa, el personaje principal, de repente se convierte en una cucaracha, sino que sigue al personaje y estudia su
desarrollo. Esto también se basa en principios, es decir, el estudio del desarrollo de la personalidad a través de la acción en lugar del conocimiento completo. Quizás se trata de una tendencia existencial. Puede que no sepa qué motiva a Adnan a hacer o no hacer algo, y me reconcilio con el hecho de que hay ciertas cosas que no entiendo de él, así que lo expongo a ciertas situaciones para entender su comportamiento y estudiarlo.

– A Adnan siente un fuerte apego por el huerto de manzanos de su familia y el soldado herido que encuentra siempre le acompaña una foto de un árbol. ¿Cuál es el simbolismo de las raíces y las plantas en tu película?

Cuando escribes poesía, eliges las palabras y su peso. No han de rimar necesariamente, sino que buscas la sensación y el valor, no solo el tono, y creo que
la creación de una imagen en movimiento tiene que ir por esos tiros. No soy orador, no destaco en la palabra escrita ni me considero escritor. Si me das un papel y un bolígrafo, no sabré escribir mis sentimientos, solo escribo para cine porque el procesamiento del movimiento, la imagen y el sonido es en sí mismo la forma en que observo la vida. No me gusta dar interpretaciones a escenas o planos, uno debe despegarse de la imagen después de hacerla, ya no es para mí sino para el público, lo considero un acto de respeto. El uso de manzanas, tierra o agua inundando el suelo, es un enfoque poético, no basta con tener una visión simbólica, sino que debe estar respaldado por un lenguaje cinematográfico en el que se forme un determinado patrón de forma repetitiva para incitar al espectador a reconstruir la narración, en la que se le pide que participe sondeando su propia psique en la película.