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Clara Linhart y Fellipe Barbosa: “’Domingo’ retrata el miedo y la incertidumbre que abrumaron a la aristocracia brasileña a raíz de la elección de Lula”

A finales de 2002 y principios de 2003, ocurrió lo impensable en Brasil: después de tres intentos fallidos, el ex trabajador metalúrgico Luis Inácio Lula da Silva fue finalmente elegido presidente con la promesa de atender la gran desigualdad social y económica de Brasil. Los efectos de esta conmoción en la estructura de poder brasileña todavía están muy presentes y aún dominan el panorama político de Brasil. Para nosotros, el día de Año Nuevo de 2003, cuando Lula asumió la presidencia, es un momento crucial para nuestra historia reciente y aún en desarrollo, y nos pareció una experiencia interesante capturar esto en una película. Domingo retrata el miedo y la incertidumbre que abrumaron a la aristocracia brasileña a raíz de la elección de Lula. Es una película sobre la decadencia económica y moral de la antigua oligarquía, que no tiene la certeza de cuál es su lugar en un país nuevo y transformador. Trabajar en estrecha colaboración con Lucas Paraizo, que escribió el guión, nos dejó claro desde el principio que para dar sentido a algo que las personas que representamos experimentaban como una serie de eventos desconcertantes y desestabilizadores, teníamos que imponer restricciones formales a nuestra historia. Una de nuestras inspiraciones para este enfoque fue A giornata particolare, de Ettore Scola y su ingeniosa y oblicua manera de lidiar con grandes cambios sociales a través de eventos cotidianos en un solo día. Otra influencia fue La Cienaga, de Lucrecia Martel, otra historia de una familia privilegiada que no puede hacer frente al fin del modo de vida al que están acostumbrados.

Domingo se desarrolla gradualmente en un solo día y ubicación, la casa de campo familiar, y la pequeña acción de cada personaje se convierte en la pieza de un rompecabezas más grande. Una vez combinadas, las piezas revelan un complejo mosaico que revela los temores y prejuicios de una burguesía que no pudo adaptarse a los cambios tajantes del país. Al igual que en una obra de Chéjov, parecen estar estancados en el tiempo, a lo sumo medio conscientes de lo que sucede a su alrededor. En esta unidad de forma casi aristotélica, ideamos una estructura de tres actos que sirviera de guía para conformar la totalidad del cuadro. Todo es puesto en marcha por Laura, la matriarca de la familia, que quiere celebrar el 15 cumpleaños de su nieta en la casa donde creció. Una serie de pequeños eventos: la llegada del profesor de tenis, la lluvia que obliga a los personajes a permanecer dentro de la casa, el apagón eléctrico, conspiran para que las cosas hiervan en una atmósfera casi claustrofóbica hasta un clímax inevitable y sorprendente. Pero ni siquiera los eventos dramáticos del día pueden impedir que todos los elementos converjan hacia la fiesta de la quinceañera. Un desafío en la escritura del guión fue hacer que los espectadores entendieran qué motiva a nuestros personajes, aunque a menudo ni siquiera está muy claro para ellos mismos. Nos decidimos por un enfoque en el que mostramos en lugar de decir: están expuestos por lo que hacen, por lo que dicen y por lo que se dice sobre ellos. Esto crea un triángulo de posibles interpretaciones que se contradice constantemente, generando intriga y expectativa respecto al próximo paso del personaje. En ese sentido, no hay una implicación lógica para favorecer el punto de vista de un solo personaje. Domingo es como una obra coral, en la que cada personaje es el protagonista de una historia que se entrelaza con los demás.

Nos interesaba el movimiento de los personajes en el espacio y cómo establece las relaciones de poder entre ellos la puesta en escena. En esta casa, el poder se negocia físicamente, ya que las puertas están abiertas para algunos y cerradas para otros. En El ángel exterminador, de Luis Buñuel, hay un sentido de claustrofobia en la representación de la burguesía con el que nos hemos sentido conectados y ha influido al pensar las escenas. Fuera de la casa familiar, los planos son angulares y estáticos, y revelan la puesta en escena teatral en tomas largas e ininterrumpidas. Observamos el teatro de esta familia con cierta distancia y objetividad, mientras intentan mantener las apariencias. Dentro de la casa, la cámara es fluida y subjetiva, y sigue de cerca a los personajes, tomando partido por el oprimido o el opresor. Cada escena es plano secuencia, como si nos sumergiéramos en la subjetividad de un personaje.

Otro elemento crucial para nosotros en Domingo es el sonido. Una de sus principales funciones es conectar los diferentes espacios de la casa. Los personajes se encierran en las habitaciones para compartir secretos, sin darse cuenta de quién está al otro lado de la puerta, a punto de atraparlos en algún acto prohibido. Pero la conexión de sonido es siempre incompleta; nunca está tan claro para el personaje como para la audiencia que él está fuera de la acción. De esta diferencia de conocimiento surge una ironía dramática, un elemento clave en una película que trata los secretos que impregnan esta reunión familiar. Muchos de estos secretos tienen una larga historia y nunca serán revelados por completo. Quizás el más grande radica en la relación entre Laura y José, la matriarca y el amo de llaves. Lo que sucedió entre los dos nunca será dicho; por el contrario, Laura quiere que lo despidan para no lidiar con la verdad. Para nosotros, estos silencios y omisiones son tan importantes como lo que se dice y se ve en pantalla.