“Uno de los aspectos más terribles del dolor es que cava una profunda grieta alrededor de quienes sufren, aislándolos”
Beatrice Baldacci, directora de La tana.
Beatrice Baldacci debuta en el largometraje con una historia de tintes autobiográficos. El final de la adolescencia, el descubrimiento del amor y los secretos difíciles de confesar conviven en un ambiente cargado de emociones. Los dos protagonistas se encuentran, juegan a desearse y ponen distancia con sus sentimientos. La película, turbia, personal y delicada en su exploración emocional, hace de la intimidad esa guarida en la que buscar protección.
“El día que me enteré de la enfermedad de mi madre, no recuerdo haber hablado de ello durante mucho tiempo. Tuve miedo y me encerré. Compartir esas emociones no fue fácil, así que me obligué a reprimirlas y a alejarlas de mi vida. Para mí, la guarida era el lugar seguro donde podía esconderme.
Hasta mucho después no me di cuenta de que la guarida se había convertido en algo dañino y que solo representaba mi miedo a no poder aceptar la desaparición de mi madre. Cuando pensé en La tana por primera vez, vi la imagen de una casa, de un refugio entre sus paredes. Pero a menudo no nos damos cuenta de que las cosas que más tememos están al acecho dentro de nosotros mismos y no hay muro que pueda protegernos.
La tana es una historia de amor entre dos jóvenes divididos por un gran muro: este misterioso y complicado muro es el miedo a compartir sus emociones, especialmente el dolor. Uno de los aspectos imperantes y más terribles del dolor es el hecho de que cava una profunda grieta alrededor de quienes sufren, aislándolos. De esta forma, el dolor los “encierra”. Para bien o para mal, en la luz y en la sombra. La tana explora la oscuridad del dolor, la impotencia, el miedo y el deseo de soledad ante la muerte; pero también la forma en que la luz -nuestra necesidad de esperanza y amor- trata débilmente de penetrar en esa oscuridad. Luz: nuestra necesidad de los demás ante el dolor.
Lia es el personaje que lleva en su interior ese gran dolor que necesita ser descifrado. Como consecuencia, al escribir esta historia, sentimos la necesidad de revelar sus emociones con la misma dificultad que los personajes principales enfrentan al tratar de comprenderlas.
Paso a paso, nos acercamos lentamente a ella y a su misterio a través de Giulio. Más adelante l audiencia se encuentra mirando los hechos a través de los ojos de Lia y comprendiendo gradualmente su punto de vista.
Ahora le toca a Lia, a través de las emociones de Giulio, adentrarse en su propio misterio: la irracionalidad del dolor, la relación entre el amor y la muerte.
Esta es su incógnita personal. El mayor reto al que nos enfrentamos es conseguir contar las dos almas de esta película a través de los ojos de Giulio: combinar el suspenso con el drama psicológico. En esta estructura particular, lo desconocido nos seduce y asusta, nos engaña haciéndonos pensar que podemos alcanzar la verdad silenciando las emociones. La incógnita en la que se centra esta película, en cambio, y la luz que guía su microscópico zigzag, son solo emociones: cuanto más creemos haber entendido a los personajes, más se contradicen, huyen, se esconden. El enigma emocional de estos personajes se vuelve más y más espeso, más y más complejo y el misterio que parece resolverse se vuelve, en cambio, más complicado.
Detrás de cada plano siempre hay algo ambiguo como las emociones, dando espacio a la interpretación. Los matices de esta película son oscuros, sutiles y frágiles, inmersos en una naturaleza que poco a poco se ve perturbada por las emociones de los personajes. Dentro de esta naturaleza, la guarida no es sólo un cortijo, sino un lugar interior; así como Giulio entra en el dolor interior de Lía, así la naturaleza entrará en su guarida y la muerte no será un atardecer, sino un renacimiento, un acto de amor.
La guarida es como la base de operaciones a la que regresamos corriendo para salvarnos cuando jugamos al escondite. La guarida es un animal asustado que se esconde con miedo.
La guarida es un lugar seguro pero angosto, tan angosto que a veces se vuelve inaccesible a los demás.