Entre la ironía más descarada y el desapego emocional, James Vaughan ofrece su visión de la generación milenial en su ópera prima Friends and Strangers. Como si se tratase de un personaje extraviado de una película de Éric Rohmer, su protagonista permanece aislado en el escenario de la burguesía australiana, perdido entre sus problemas emocionales y una cada vez más palpable sensación de vacío.
Tu película fue descrita por el crítico de Slant Magazine Carson Lund como una representación de Australia como «un país de sonámbulos a la deriva en un sueño plácido, incapaces o no dispuestos a despertar y seguir adelante». ¿Estás de acuerdo?
Me parece una observación perspicaz. Quería que la película tuviera cierta somnolencia, incluso lentitud. A los australianos les gusta pensar en sí mismos como personas muy activas y enérgicas, y esto suele ser cierto de una manera superficial, pero cultural e intelectualmente hoy en día tendemos a ser bastante pasivos. Donde es más obvio es en nuestro estado actual como súbditos británicos. Han pasado 233 años desde que los barcos navegaron por primera vez por el puerto de Sydney, en ese tiempo nos hemos movido muy rápidamente para desposeer y destruir a las poblaciones indígenas, y para reemplazar su cultura profundamente compleja y única con una sociedad bastante superficial y materialmente cómoda, pero en términos de imaginar algo más allá de eso, culturalmente, hemos sido muy tímidos y conservadores. Si creas un mundo de fantasía, puedes hacer que estos problemas desaparezcan mágicamente, y entiendo su atractivo. La vida es estresante y la historia es algo para la que la gente no tiene tiempo ni espacio a nivel personal cuando se perfila como algo negativo en lugar de positivo. Pero hemos de encontrar la forma.
La película comienza como una comedia romántica y termina convertida en una comedia absurda. ¿Cómo encontraste el equilibrio entre los géneros?
El equilibrio tomó un tiempo. La mayoría de las grandes decisiones se tomaron en la escritura (de forma aditiva) y en la edición (de forma sustractiva). Como cineasta, normalmente no pienso en términos de género. Lo hago a regañadientes cuando se trata de buscar financiación o promover una película, porque es inevitable la forma en que opera la industria cinematográfica, especialmente en Australia, que encuentra particularmente difícil imaginar el medio fuera de estas categorías. Pero en la etapa de escritura quiero liberarme de eso, porque no me ayuda. Dicho esto, me encantan las premisas en las que se basan los géneros: una interacción romántica, una circunstancia aterradora, una situación tonta o absurda, una carrera tensa contra el reloj. Estas son solo partes de la vida y el género no las domina. Como medio, creo que el cine es una extensión de la existencia y del acto de vivir —este siempre ha sido su poder especial— y me gustan las películas para explorar situaciones orgánicamente, no importa si son realistas, fantásticas, racionales o absurdas, siempre y cuando atesoren alguna verdad cultural o experiencial enraizada en los comportamientos y en las formas humanas de percibir y pensar. Pero el género es ineludible, es un gran colonizador.
¿Qué te parece que te comparen con Éric Rohmer?
Es una gran sorpresa y un honor. Rohmer es un maestro, amo su trabajo. Dicho esto, de partida, no me propuse hacer esta película con las suyas en mente. Y todavía no he podido ver el largometraje con el que más se ha comparado Friends and Strangers, El amigo de mi amiga (1987). Pero creo que, probablemente, también me haya influido Rohmer de manera indirecta, al haber visto y amado películas hechas por otros cineastas que vinieron después de él y sin duda también se vieron influidos por su obra. Las influencias son resbaladizas y, a veces, difíciles de detectar con precisión, las cosas funcionan subconscientemente. Pero en términos de cineastas franceses de la nouvelle vague, probablemente estaba pensando más en Jacques Rivette que en Rohmer mientras hacía la película.
Se ha vinculado a la generación milenial con la inmediatez, y como resultado, se os considera de manera general lectores de cuentos y de novelas gráficas. ¿Tuviste esto en cuenta cuando decidiste dividir tu película en viñetas?
En cuanto a la inmediatez, me identifico con tener poca capacidad de atención y me resulta difícil leer novelas. Pero tampoco leo muchos cuentos y creo que nunca he leído una novela gráfica. Disfruto principalmente de la no ficción. La estructura de la viñeta no partía de ningún material de origen en particular, pero apelaba a un nivel intuitivo como una forma de explorar diferentes estados de ánimo, tonos y ritmos en un filme. Es el tipo de película que me gusta ver, pero no cuando es demasiado ostentoso o extravagante. Me gusta la sensación de que una película tenga cambios internos pero las costuras no sean demasiado visibles.
No solo ejerces de guionista y director, sino también de editor. ¿Cómo se llevan sus tres personalidades mientras desarrollas la película?
Mi personalidad se diferencia en dos estados de ánimo, emocionado y malhumorado. Dado que la película se ha estrenado en el extranjero y ha sido bien recibida, pero como equipo no hemos podido disfrutar de ninguno de los festivales en persona, la mayor parte de este año he estado muy emocionado y malhumorado al mismo tiempo. En cuanto a la escritura, la dirección y la edición, siempre que no se superpongan, me resulta un proceso continuo.
Los jóvenes en busca de satisfacción romántica y profesional son un tema omnipresente en el cine internacional. ¿Cómo has intentado aportar algo diferente a este campo ya explorado?
Es cierto que es un tema que está siempre presente, pero en Australia casi nunca se ha abordado de manera inspirada. Tenemos una cantidad vergonzosa de coming-of-age impulsados por fórmulas que se desarrollan en la adolescencia o en los primeros 20 años. Suelen estar híperconcentradas en un individuo y en su pequeña camarilla social, y siguen el patrón de un protagonista como víctima de desafíos circunstanciales que debe superar al final de la película. Incidentalmente, esto también resulta ser una versión de nuestra mitología nacional: la fantasía de la persona hecha a sí misma que crece en un entorno extraño y confuso, luchando contra las probabilidades y al final se convierte en alguien mejor. Pero a pesar de que la gente blanca, educada y metropolitana (que a menudo ha tenido un viaje vital relativamente fácil) domina los espacios culturales, corporativos y políticos en Australia demográficamente, muy pocas películas han tenido curiosidad por mirar este mundo con honestidad. Es otro ejemplo de los australianos blancos ricos que se avergüenzan de sí mismos, si no consciente, inconscientemente. No podremos abordar los desafíos que tenemos como grupo hasta que superemos el miedo de involucrarnos sinceramente en todos los diferentes aspectos de quiénes somos, y eso debe incluir los aspectos negativos o desagradables.
Estuviste filmando durante 30 días en 60 localizaciones distintas de Nueva Gales del Sur. ¿Ha afectado este intenso ritmo de trabajo al resultado final?
Espero que no. Creo que los resultados de eso están más en lo que no incorporamos a la película. Hubo muchas escenas o momentos realmente apresurados el día del rodaje, tal vez debido al mal tiempo, a otros contratiempos típicos o a que las localizaciones en la preproducción por estar bajo presión. Se trata de tomas que no fueron lo suficientemente buenas como para incluirlas en la película. Siempre aspiramos a que Friends and Strangers tuviera un ritmo fácil y casual, conseguirlo en la edición fue un trabajo enorme, y aunque está lejos de ser perfecta, y no es exactamente la película que al principio imaginé, como equipo todos estamos realmente felices con el resultado final.