Hace exactamente dos años, el director japonés Shô Miyake visitaba Cinema Jove con su largo de debut, ‘El combate de Keiko’ (‘Small, Slow But Steady’ en su título en inglés). La cinta, considerada por la crítica internacional como la película japonesa de aquel año, nos presentaba a Keiko, una mujer sorda que se inscribe en un viejo gimnasio para iniciar una carrera tardía en el mundo del boxeo.
Ya en aquella primera película, Miyake dejaba constancia de los ejes por los que iba a dirigir su cine: una delicada construcción de personajes, un relato sencillo, pero profundamente emotivo, y una cámara que desplegaba toda una poética desde la discreción del que se siente tan seguro de sí mismo que se permite el lujo de colocarse en un lugar discreto… a observar.
En 2024 Shô Miyake regresa al festival con su segunda cinta de ficción después de pasar con gran éxito por festivales como la Berlinale, donde contaría con tres sesiones abiertas al público. Todas ellas colgarían en la taquilla el ansiado letrero que anuncia todas las entradas vendidas.
‘All the Long Nights’ (‘Yoake no subete’, en su título original) nos presenta a Misa, una mujer que sufre el síndrome premenstrual, una circunstancia que le provoca inesperados ataques de ira, lo que dificulta sus relaciones laborales y personales hasta el extremo de que le impide llevar una vida normal. Un día, Misa conoce a Takatoshi, un hombre tímido que ha comenzado a trabajar en la misma empresa de juguetes educativos que ella. Como tantas otras veces, Misa acaba teniendo un enfrentamiento con el discreto Takatoshi durante una de sus crisis. Misa se siente culpable, especialmente cuando descubre que Takatoshi también es víctima de otra enfermedad, pues sufre frecuentes ataques de pánico.
Shô Miyake adapta en esta ocasión la novela homónima de la escritora Maiko Seo como base para invitarnos a una reflexión sobre la soledad y la forma que tenemos de relacionarnos en las sociedades post-industriales contemporáneas. Poco a poco, según vaya avanzando el relato, el espectador irá descubriendo que las enfermedades que padecen nuestros protagonistas, más que un impedimento, en el fondo son una especie de máscara tras la cual Misa y Takatoshi esconden sus miedos e inseguridades ante sus compañeros y conocidos.
¿Y acaso no hacemos todos lo mismo? En la era de las redes sociales, el contacto cara a cara, cuerpo a cuerpo, a tumba abierta, colocando nuestros sentimientos delante de los otros, se ha vuelto uno de los mayores desafíos para el sujeto moderno. Misa y Takatoshi tendrán que romper las barreras psicológicas que han interpuesto frente a los demás, pero, sobre todo, ante y contra ellos mismos. En el contraste y la puesta en común de ambos universos, encontrarán su salida.
Shô Miyake aborda estas cuestiones con escrupulosa delicadeza, sin esquivar las contradicciones, pero, ante todo, sin un ánimo moralista o aleccionador. En su cine, son las propias imágenes y situaciones las que guían al espectador por un viaje emocional en el que, de alguna manera, queda tan expuesto como los propios personajes. Con ‘All the Long Nights’, Miyake nos hace una propuesta donde el argumento se presenta si acaso todavía más liviano que en su anterior película. Aquí lo que importa son los pequeños gestos, las miradas, las reacciones a los constantes retos que se lanzan los personajes entre sí. Pero, sobre todo, si en algo se sostiene este trabajo es por ese tono de intimidad que va cobrando según se desarrolla la narración, en esa confianza y complicidad que se irá estableciendo entre lo que muestra la pantalla y el público de la platea.
Y luego está la otra parte, la forma. Aquí encontramos también algunas diferencias con respecto a su anterior trabajo. Si ‘El combate de Keiko’ transcurría en muchas secuencias de noche, ‘All the Long Nights’ sucede, en buena medida, de día, lo que disculpa al director japonés de recurrir con mayor frecuencia a ciertos juegos de claroscuros. Pero eso no es impedimento, sin embargo, para que Miyake haga alarde de un gran talento para la composición y el uso de la fotografía, al tiempo que luce un tempo interno en las secuencias que a muchos quizá les sorprenda, por inusual. Como decíamos antes, su cámara no analiza, sino que observa la realidad con un ojo atento a los detalles, a esos objetos y sujetos que contienen, por sí mismos, el sentido de todo un mundo.
Con estas herramientas y premisas, Shô Miyake consigue en ‘All the Long Nights’ algo para lo que solo unos pocos directores parecen capacitados: extraerle la belleza a la vida cotidiana. Ni más ni menos.
Por Gerardo León (seleccionador de la Sección Oficial de Largometrajes de Cinema Jove).