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UNAS PALABRAS DE AMR GAMAL, DIRECTOR DE THE BURDENED
05.06.2023

“Yemen entró en 2015 en una guerra muy compleja que destruyó los cimientos que quedaban de una vida digna” 

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Las condiciones económicas de las familias de clase media yemeníes comenzaron a decaer gradualmente con la revolución de la Primavera Árabe en 2011, cuando Yemen entró en un estado de caos político y una situación de seguridad inestable que condujo al colapso económico.
Uno de mis amigos cercanos y su esposa trabajaban como empleados en la emisora de radio de la ciudad de Aden, con un salario muy modesto. Tenían dos hijos y apenas podían cubrir sus gastos.

En 2014, la esposa de mi amigo se quedó embarazada de su tercer hijo y fue un shock para ellos, porque este nuevo nacimiento iba a sacudir el presupuesto familiar y a causar una disminución en su nivel de vida. En ese momento apareció en el horizonte la idea de deshacerse del feto, pero la dificultad de encontrar un médico que les hiciera la intervención, así como el miedo a la reacción de la sociedad y los escrúpulos religiosos, les hizo descartar la idea.

La esposa de mi amigo dio a luz a su tercer hijo, pero mi amigo no lo recibió con amor y solía referirse a él como una carga. Le reprochamos su duro trato, pero pasó mucho tiempo antes de que comenzara a aceptar la presencia de su tercer hijo.

En 2015, Yemen entró en una guerra muy compleja que destruyó los cimientos que quedaban de una vida digna, y la mayoría de las familias promedio descendieron por debajo del umbral de la pobreza. Aden City Radio and Television se cerró y cientos de empleados se quedaron sin trabajo. A pesar de todas las protestas que realizaron los empleados para reabrir la emisora, el Gobierno no respondió a sus demandas.
Mi amigo y su esposa se quedaron sin trabajo, y sus ingresos se redujeron a una pequeña cantidad, como un salario simbólico del Estado, que ni enriquece ni te quita el hambre. Mi amigo también se negó a trabajar en canales privados, ya que la mayoría de ellos están politizados y atienden las agendas de sus dueños, lo que contradice sus principios.

Su familia, que representa a la mayoría de las familias yemeníes, vivía al borde de la pobreza, conduciendo su vida diaria por un camino de baches, con la esperanza de sobrevivir día a día.

A principios de octubre de 2019, mi amigo se sorprendió con la noticia de que su esposa estaba embarazada de su cuarto hijo, a pesar de todos los anticonceptivos que usaron para evitar este embarazo.

Esta vez, su decisión fue decisiva, porque el feto debía ser eliminado como fuera, de lo contrario la familia se hundiría en la pobreza y el futuro de sus tres hijos se arruinaría.

Mi amigo y su esposa comenzaron a buscar una fisura religiosa para evitar el remordimiento. En su búsqueda, encontraron una división entre sectas religiosas islámicas, jeques y fatwas (una decisión sobre un aspecto de la ley islámica dada por una autoridad reconocida). Algunos de ellos prohíben categóricamente el aborto, incluso si la edad del feto en el vientre de su madre es de un día, y hay quienes permiten el aborto si se realiza antes de la expiración de los 40 días. Otros lo permitían si se realizaba en un plazo inferior a 120 días.

Mi amigo y su esposa se adhirieron a la fatwa de los 120 días, dejando suficiente espacio para buscar un método de aborto durante este período.
Otro viaje amargo que presencié, y creo que nunca olvidaré, fue contemplar las facciones de mi amigo y su esposa, y la cantidad de miedo, frustración y dolor que se dibujó en sus rostros. Para mí, estas expresiones faciales son las dibujadas en el rostro de la mayoría de los yemeníes en este duro periodo.
Todavía recuerdo las palabras de mi amigo, que sufría la dificultad y las complicaciones del camino del aborto, cuando me dijo: “Si no fuera por esta guerra y sus consecuencias, no habríamos tomado este camino humillante para conseguir deshacernos del feto, tal vez estaría viviendo hoy entre sus hermanos”.

Esta historia, que habitaba en mí y no salía de mi imaginación, me hizo pedirle a mi amigo y a su esposa que la escribieran como una película, y los usé como fuente en cada etapa de la escritura del guion con mi coescritor, Mazen Refaat.

En la literatura árabe, el término aborto siempre se ha asociado con la expresión de los sueños incompletos o la pérdida del futuro y la ambición por razones ajenas a la persona, por lo que decimos: Mi sueño fue abortado, mi ambición fue abortada, o mi futuro fue abortado. Este simbolismo, para mí, representa a la mayoría de los yemeníes cuyos sueños, aspiraciones y presente fueron abortados por la guerra y sus consecuencias, y espero que no aborte su futuro.

La familia yemení es muy similar a los personajes principales de nuestra película, Ahmed e Isra’a, incluso si están agobiados, no se dan por vencidos y tratan diariamente de sobrevivir de todas las formas posibles e imposibles.