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Entrevista a la directora de ‘Vigilia’, Julieta Ledesma (S.O. Largometrajes)

La madurez del drama seco y contenido de Julieta Ledesma ‘Vigilia’ poco hace presagiar que estemos ante una ópera prima. Para su debut en la dirección, la realizadora ha desarrollado un filme deslumbrante en su puesta en escena, heredera de las vanguardias históricas argentinas de los sesenta.

No en vano, la realizadora y guionista cita a Leopoldo Torre Nilsson como una de sus referencias. También alude al cine de Leonardo Favio, o a los trabajos más recientes de Lucrecia Martel y Diego Lerman. La película se rodó en Santiago del Estero, una provincia al norte de Argentina cuyos paisajes se prestan para arropar una historia de pesadilla en un paisaje de sequía, donde las imágenes cobran un fuerte significado simbólico.

En síntesis, ‘Vigilia’ es la historia de un duelo entre un padre y un hijo. Las tensiones que les han llevado hasta este cisma violento son la homosexualidad, la violencia de género, las relaciones de poder en la familia y las secuelas de una guerra reciente, que podría ser la de Las Malvinas. La película ganó el Premio Ópera Prima del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales de Argentina y el Latinoamérica Primera Copia del Festival de La Habana.

‘Vigilia’ tiene varias acepciones en el diccionario. Hace referencia tanto al estado de quien se halla despierto o en vela, como al oficio de difunto que se reza en vísperas de algunas festividades. ¿Con cuál de las dos te quedas?

Me quedo con las dos porque la vigilia en relación al estado tiene que ver con la estructura de la película y su tinte más onírico, y la segunda acepción tiene un carácter ritual que relaciono directamente con la temática.

¿Qué te impulsó a contar esta historia?

Estuve muchos años para escribir el guión. No había una idea a priori, la historia fue apareciendo a medida que iba avanzando en el relato. Una de las primeras imágenes que surgió del guión era la del sacrificio del perro en el monte. Empecé a indagar en esa imagen y descubrí que el dueño tenía que sacrificar a su perro para proteger al resto de sus animales y familia. Su perro de confianza y quién lo protegía se habían convertido en una amenaza. Luego descubrí que esa imagen condensaba toda la historia. Escribí sin cronología, escenas sueltas que correspondían al mismo universo. Escenas que aparecían con un alto nivel simbólico. Me interesa trabajar con imágenes internas  sin saber bien dónde voy. Cuando escribí esta historia venían fuertes recuerdos de mi infancia, de mis vacaciones en Santiago del Estero (una provincial del interior de argentina) y de muchos relatos mágicos que nos contaban en noches de vigilia o a la hora de la siesta. Trabajo a partir de imágenes generadoras. No escribo la historia de una manera lineal, ni con una lógica a priori. Realmente estoy buceando en la oscuridad a la hora de narrar. No me interesa saber qué voy a contar. Simplemente quiero sacar las historias que llevo dentro.

‘Vigilia’ es una película muy física, en la que la tierra, el polvo, tienen una presencia significativa, que casi se puede palpar. ¿Qué papel juegan para ti en la construcción de lo que cuentas?

La dimensión física y sensorial estuvieron muy presentes en todo el rodaje. Queríamos que esos cuerpo den cuenta de un montón de cosas que no se iban a contar pero que tenían que estar presentes en la imagen. La atmósfera de la película, la sequía, el polvo, el calor, eran para mi elementos narrativos fundamentales y de los que estaba muy pendiente en cada una de las tomas. Muchas de las sensaciones están trabajadas también en un plano sonoro de muchísimo detalle, como las chicharras, los vientos, el agua, lo reseco, los silencios y demás. La casa y el espacio eran tan importantes a nivel narrativo como los personajes. Cuidamos cada detalle porque en este universo cada pequeño elemento contaba.

En ‘Vigilia’ lo mágico se mezcla con lo real, rompiendo la frontera que hay entre esos dos universos. ¿Qué aportaba esa dimensión mágica a tu historia?

Vengo de una familia de pueblo y de campo, ese límite difuso entre lo mágico y lo real está presente en cualquier conversación de pasillo. Sorprende, pero están en la misma línea de narración, no son dos superpuestas. Lo extraordinario se vuelve  cotidiano. Por eso me interesé en esa dimensión mágica como parte de una realidad para estos personajes.

La película muestra dos mundos enfrentados ante un mismo drama. Uno, el masculino, el del padre, marcado por la violencia. Otro femenino, el de la madre, sellado por la locura. ¿Qué surge de esa colisión?

El patriarcado no les deja mucha opción, la forma de rebelión de esas mujeres es a partir de la negación y la locura. Los sentimientos de culpa y arrepentimiento existen pero hay una imposibilidad de escaparse y revertirlos. El machismo patriarcal es un atentado a la vida y la cordura. La colisión es la tragedia.

Tras ‘Vigilia’, creo que tienes en mente otros trabajos. ¿Puedes adelantarnos algo?

Mi segunda película, trabaja sobre universos completamente femeninos, los vínculos familiares están presentes pero desde la perspectiva de las mujeres. Sentí la necesidad luego de esta peli de volcarme en esa dirección.